domingo, 28 de junio de 2009

Dondín y el tesoro de los duendes

Safe Creative #1101308372093
La montaña de Guerrero estaba viviendo un verano muy caluroso, a tal grado que, hasta los animales del bosque permanecían en sus nidos y madrigueras la mayor parte del día; los sitios de aguaje, que siempre estaban concurridos, ahora se veían desiertos. Para el ser humano la situación no era distinta, el calor canicular hacía cambiar las rutinas de los hombres y mujeres; con este clima, procuraban hacer sus quehaceres por la tarde, cuando ya el sol iba rumbo a su morada, al otro lado del mar.

Los padres de Esteban, los molineros del pueblo, ocupaban las horas diurnas para descansar y hacer trabajos de mantenimiento dentro del molino y la tarde y noche se ocupaban de moler los granos de sus clientes.

Para los duendes era la misma situación, aunque en menor grado, pues la mayoría de sus labores las ejercían en túneles, cavernas y minas; si tenían que hacer algunos trabajos en el exterior, procuraban mantenerse ocultos bajo las plantas, moviéndose en silencio lo menos posible. En esta situación, Dondín, que tenía a su cargo a Esteban, se veía obligado a ir a buscar al muchacho, quien ya para entonces había cumplido los cuatro años. Como los padres del niño dormían por la mañana, Esteban se aburría como una ostra, por lo que llamaba a Dondín para que le contara historias.

Con el fin de cambiar de rutina, Dondín invitó al niño a conocer su tesoro, nunca le había platicado a Esteban de ello, porque el niño era pequeño, pero ahora estaba ya a punto de llegar a la escuela, por lo que consideró Dondín que era el momento de hacerlo.

¿Tienes un tesoro?, preguntó sorprendido Esteban, ¿Como los piratas?

Bueno, no precisamente, Esteban, pero yo creo que mas valioso, figúrate que cuando lo poseas, podrás viajar por todo el mundo y conocer a muchas personas. Podrás viajar a las estrellas mas lejanas o penetrar al centro de la Tierra.

¿Es muy grande el mundo, Dondín?, preguntó inocente el niño.

Sí, Esteban, es muy grande y para mi, es mucho mayor por mi tamaño, figúrate que tú, a los cuatro años, eres casi cuatro veces mas grande que yo; afortunadamente para los duendes, que poseemos ciertos poderes mágicos, el tamaño de la Tierra no representa ningún problema. Imagina un águila, que vuela tan rápido, pues tardaría varias semanas en dar la vuelta a la Tierra, eso suponiendo que hallara lugares para descansar, pues podría correr el riesgo de caer al mar por cansancio si no encontrara un isla donde descansar,

Pues entonces la Tierra es grandísima, respondió el niño abriendo los brazos. Pero dime, Dondín, ¿en donde está el tesoro?

Toma mi mano, Esteban y nos trasladaremos a él, además es un sitio mas fresco y estaremos mas cómodos.

Pero, mis padres, objetó el niño, no les he pedido permiso de salir, se preocuparán si despiertan y no me hallan. No quiero preocuparlos, dijo consternado Esteban.

Por ellos no te preocupes, Esteban, le dijo el duende, viajaremos en el tiempo y para tus padres será solo un instante, ¡vamos!

El niño y el duende se tomaron de las manos y Dondín dijo la palabra mágica: “spuaff” y de inmediato se vieron envueltos en un torbellino de mil colores, donde los dos amigos volaban y reían felices. Cuando cesó el viento que los llevaba, una suave brisa los depositó a la entrada de una cueva en lo alto de la montaña. Sin dejar de la mano al sorprendido niño, que por cierto se había reducido al tamaño de Dondín, caminaron hasta el fondo de la cueva, una gran pared de granito macizo les cerraba el paso. Dondín levantó ambas manos y dijo: ¡puertaff!.... Al hechizo de su palabra la pared de roca se fue abriendo, hasta formar un arco grande por donde penetraron los amigos.

El recinto era una gran gruta, se encontraban en un amplio vestíbulo de cuyo altísimo techo colgaban grandes lámparas de una misteriosa y brillante luz, la temperatura era muy agradable, pues no hacía calor, mas bien un fresquecillo reinaba en el ambiente, haciéndolo confortable, al fondo del vestíbulo una imponente puerta color verde iridiscente brillaba y cambiaba de tonalidades. De algún lugar salió un personaje singular, un duendecillo de larga barba, tocado con un capirote morado, un sobretodo azul que parecía arrastrarle y babuchas color café. Sus ojillos nos miraban a través de unos gruesos espejuelos sostenidos en la punta de la nariz; sus grandes bigotes parecían saltar cuando hablaba.

¡pero vaya!, ¿qué tenemos aquí?..... Un pequeño ser humano, hace muchas lunas que no nos visita ninguno. Y tú, pequeño duende, ¿cómo te llamas y de donde vienes?

Soy Dondín XVIII, señor, contestó Dondín, venimos de muy lejos, de las montañas de Guerrero en México, soy hijo de Quintón y Lepina y este es mi protegido Esteban, como ya tiene edad suficiente, lo traigo para que conozca nuestro tesoro, pues le será muy útil conforme vaya creciendo.

¡Vamos a ver mi libro, dijo el duende portero……vamos a ver…..vamos a ver…, decía en tanto su dedo largo y huesudo recorría una lista que parecía interminable…. Me….Me…, Me…., aquí está… México, efectivamente y dices que eres hijo de Quintón y Lepina….veremos….., veremos….., claro que veremos….. Una nueva lista que parecía no tener fin…..Sí….., sí….., sí que sí…… Aquí están. Pues vaya que vienen de lejos y tienes razón, Dondín, ya es tiempo de que este pequeño diablillo conozca nuestro tesoro, ójala que lo sepa utilizar. Yo soy el portero y mi nombre es Haziek, sean bien venidos.

El duende hizo una gran reverencia para cedernos el paso, retirándose el capirote de la cabeza y mostrando una gran calva, luego levantó las manos y pronunció unas extrañas palabras que no entendimos, algo como “kzaugls” o algo así, pero la gran puerta verde se abrió de par en par. Entraron a un gran recinto de alto techo, iluminado también por aquellas extrañas lámparas. Los muros laterales estaban cubiertos por altos anaqueles llenos de libros y manuscritos; tres anaqueles centrales formaban amplios pasillos, estos anaqueles eran menos altos que los laterales y sobre ellos cruzaban puentes que unían a los cinco anaqueles; los libros contenidos parecían tener cientos o miles de años. Los pasillos eran largos, tanto que no llegaba a ver donde terminaban. En los pasillos que formaban los estantes de libros, había una multitud de mesas y en cada una de ellas se veían diez plumas de ave que escribían solas, eran plumas mágicas. Cuando Esteban salió de su asombro, preguntó:

Y el tesoro, Dondín, ¿en donde se encuentra?, porque aquí veo muchos libros solamente.

Al ver la cara de sorpresa del niño, Dondín le explicó: Esteban, eres de los pocos afortunados seres humanos que visitan la biblioteca de los duendes. Este es nuestro tesoro. Estamos en una gruta mágica localizada en lo alto de los Alpes Suizos. En estas montañas nacieron nuestros primeros padres y aquí se ha recopilado el conocimiento de los duendes, desde su remoto origen, hasta nuestros días.

Una gran parte de los libros aquí guardados, son los cuentos que miles de hombres han contado a los niños a través de los años. Otros muchos son las historias y cuentos que los duendes relatamos a los niños que nos encomiendan; el resto de los libros corresponden a los sueños de los niños; de esas mentes inocentes y maravillosas que, cuando duermen, son llevados al país de la fantasía. Como te habrás dado cuenta, en las mesas estás escribiendo plumas mágicas, son plumas de ave Fénix que escriben lo que los cuentistas tienen en sus mentes. Otras están reproduciendo lo que los duendes contamos y las otras, las de aquellas mesas blancas, son los sueños de los niños de todo el mundo, desafortunadamente, cuando los niños dejan de creer en nosotros, la pluma se rompe y no escribe mas.

Esto es muy interesante, Dondín, pero ¿cómo saben del sueño y quien lo cuenta?

En ese momento se les acercó otro duende, este ataviado con un gorro frigio verde limón, con unas gafas cuadradas y barba enrollada a la altura del pecho, vestía un saco negro y una camisa amarilla, al igual que sus pantalones y sus babuchas de puntas retorcidas eran verdes, como el gorro. Al verlo llegar, Dondín le dijo a Esteban, es el Maestro Struck, el Director de la biblioteca. Luego lo saludó Dondín.

Maestro Struck, le presento a Esteban, mi protegido, lo he traído para que conozca nuestro tesoro.

Buen venido, Esteban, dijo el Maestro muy educado, espero que tengas una grata estancia y que lo que aprendas aquí lo aproveches durante toda tu vida.

Luego, dirigiéndose a Dondín, dijo: Dondín, tú conoces muy bien la biblioteca, por favor enséñale todo lo que tenga que saber, yo tengo mucho trabajo, pero sé que está en buenas manos. Adiós Esteban, dijo agitando la mano en tanto se retiraba.

Dondín y Esteban echaron a andar por los anaqueles, mira le dijo el duende, aquí están los cuentos de los Hermanos Grimm, son mas de doscientos y todos ellos fueron escritos por las plumas mágicas, tomados directamente de la imaginación de sus autores. Otros mas están clasificados por el origen de las historias, como en aquel anaquel, ahí están guardados unos denominados “Cuentos de hadas húngaros” y mas al fondo otro, “Cuentos de hadas suizos”, son miles de historias que hombres buenos han contado para entretener e instruir a los niños a través de los siglos. En otro estante de los pasillos centrales, está la obra de Julio Verne. Tú aún eres pequeño y esos nombres no te dicen nada, pero cuando seas mayor, recordarás lo aprendido aquí.

Vamos ahora a ver como trabajan las plumas mágicas, mira, esa pluma con tintes rojizos, está escribiendo en ruso, yo te voy a decir qué escribe…., déjame ver….. Sí, ya está, está narrando “la historia de una pastorcilla en un poblado al Norte de Moscú, la niña se llama Yovanka Petrovna y es muy pobre, calza unos suecos de madera y en las mañanas frías tiene que salir a atender a sus ovejas, pues es todo el patrimonio de su anciano padre….”, el cuento ya va muy adelantado, pero la pluma está leyendo la mente del escritor, déjame ver si está el nombre del autor…sí, aquí está: Mika Stanislavich. Como verás, no solamente se tienen los libros de los consagrados, sino de todo ser humano que tiene la mente como de niño, que es capaz de imaginar las fantasías que pueden hacer feliz a un niño y que a la vez despertará en él el deseo de aprender. Esa es la finalidad de los cuentos, penetrar en las mentes infantiles e inculcarles que los libros son el verdadero tesoro del hombre, pues a través de ellos poseerán el mundo, alcanzarán el conocimiento humano y les será mas fácil instruirse en las carreras que al final decidan estudiar.

Pero veamos aquella otra mesa, las plumas azules corresponden a las que transcriben las historias y cuentos que nosotros contamos a los niños. Esteban, nosotros somos siempre niños, pero no pienses que somos adultos tontos, no, lo que pasa es que, para que los niños nos acepten y crean en nosotros, debemos pensar como ellos, como niños: Eso mismo le sucede al escritor de cuentos, debe pensar como niño y vivir sus propias fantasías, ¿me comprendes?

El niño miraba sorprendido cómo las plumas escribían incansablemente, hoja tras hoja de una pila de hojas blancas que tenían a su lado. La tinta de sus plumas parecía nunca terminarse, pues no se veían tinteros por ninguna parte. Cuando una pluma se colocaba sobre la mesa, era señal de que se había terminado el cuento, entonces pasaba un ave muy extraña, con el pico muy grande y se llevaba las hojas escritas, los pasaba a unas mesas mas lejanas, donde duendes encuadernadores hacían el trabajo que les correspondía; al terminar el trabajo del libro, el mismo pajarraco lo llevaba a colocar en el estante correspondiente, sin equivocarse.

Ahora te explicaré algo mas. Nosotros los duendes, utilizamos estos libros en nuestros estudios, así nos nutrimos de miles de historias que algún día utilizaremos para contar a los niños; por medio de los libros viajamos a cualquier lugar del universo o de la Tierra misma. Igual viajamos al Sol, que penetramos en una gota de agua. Todo es alcanzable por medio de los libros, Los apreciamos tanto como a la naturaleza, pues si ésta nutre nuestro cuerpo, aquellos alimentan nuestro intelecto. A todos quienes visitan nuestro tesoro, se les obsequia un libro mágico, el cual contiene cientos de historias y cuentos, mismos que irás descubriendo conforme vayas aprendiendo; tal vez los primeros serán muy simples, pero en tanto vayas avanzando en conocimientos, el libro te irá mostrando nuevas aventuras. Solo hay una condición: Poseerás el libro en tanto creas en nosotros, cuando eso ya no exista, también el libro se esfumará, pero te dejará el conocimiento que hayas logrado, especialmente te dejará un gran tesoro que tú mismo irás encontrando, ese tesoro está escondido en los libros y tendrás toda la vida para irlo hallando y será el mejor legado que hagas a tus hijos y nietos.

Finalmente habló Esteban: Dondín, ha sido maravillosa esta visita, cuando aún no llegábamos, yo pensaba en un tesoro de piedras preciosas y oro, como los piratas, pero aunque no sé leer, me doy cuenta de que esto es un gran tesoro y les dará mucho gusto a mis padres cuando les cuente.

Dondín sonrió complacido y entregó a Esteban un libro de pastas cafés, no muy grueso, pero con hojas suficientes para llenar la imaginación del niño. Luego de despedirse del señor Haziek y dejarle sus saludos al Maestro Struck, los jóvenes salieron de la gruta. Ya en la montaña soplaba un viento helado, pues en esas montañas el hielo era permanente. Esteban se estremeció y de pronto se vio nuevamente en el torbellino de colores. Luego cesó el viento y se vio en su casa, frente a sus padres, que acababan de despertar, le sonrieron cariñosos y lo abrazaron con amor. El niño les mostró un bello libro de cuentos infantiles ilustrado. ¿De donde lo sacaste, amor…..?



No hay comentarios: