jueves, 30 de octubre de 2008

Dondín y el Gnomo

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Ha sido una temporada de mucho trabajo para Dondín y su familia, los trabajos en la mina han sido intensos, pero ha rendido muy buenos resultados, lo que ha permitido a los Duendes ofrecer buenas ayudas a los hombres y mujeres honrados que lo han merecido; no obstante las riquezas que han repartido, los metales y piedras valiosas se les han ido acumulando, en tal cantidad, que el Consejo ya tiene pensado buscar otro sitio donde almacenar sus productos. Esta medida lleva también la necesidad de abrir otra colonia, pues la sobrepoblación ya empieza a ser un problema; siempre cuidadosos de la ecología, los duendes saben bien que la sobrepoblación les acarreará grandes problemas si no se toman medidas para solucionarlo.

El agua que les llega de los manantiales aledaños ya empieza a sentirse escasa, sobre todo en época de estiaje; se han ido realizando obras adicionales para captar escurrimientos cada vez mas lejanos y la disposición de los desperdicios de la colonia también los empiezan a rebasar, aunque en realidad los desperdicios orgánicos siempre los han utilizado para fertilizar sus tierras de cultivo, los desperdicios no reciclables son difíciles de manejar y ocupan extensiones de terreno que van perjudicando al bosque y a los animales que habitan en tales terrenos. Por tales motivos, hace tiempo que se viene elaborando un censo de la colonia, a fin de ir seleccionando a las parejas de recién casados o con poca familia, a fin de que ellos sean los primeros colonos de esa eventual colonia.

Quintón VII, padre de los Dondines y sus hijos, fueron comisionados por el Consejo de Ancianos para buscar el sitio ideal para esa nueva ciudad, sin olvidar, desde luego, el nuevo almacén de minerales. No era por demás recordarles que sería ideal que se encontraran nuevos yacimientos de minerales, pues de esa forma, los duendes no tendrían que viajar diariamente a trabajar en la mina actual.

Ya con tal encargo, Quintón reunió a sus hijos con el fin de planear la expedición. De modo de cubrir mejor el terreno, Quintón formó cuatro grupos de expedicionarios, cada uno compuesto por cinco de sus hijos y en cada grupo iría uno de los hermanos mayores. Conociendo el terreno, a cada grupo le asignó un territorio para explorar: Al primer grupo, encabezado por Dondín IV, le asignó el territorio de la laguna; al segundo, liderado por Dondín III, le señaló los alrededores de la Peña del sapo; al grupo tres, comandado por Dondín II, se le encomendó la zona de la cañada del venado y al grupo cuatro, a cuyo frente iba Dondín I, en dicho grupo estaba nuestro amigo Dondín XVIII, se les dio la tarea de explorar el arroyo y la cascada. Quintón, mientras tanto, se quedó como encargado de abastecer de alimentos a los expedicionarios, contando con un grupo de topos de carga. Cada uno de los muchachos llevaba ropas de abrigo, herramientas y alimentos. Para comunicarse, se valdrían de sus amigos los loros, que ya de sí son muy comunicativos. El líder de cada grupo, tendría la obligación de ir haciendo un mapa, señalando los principales accidentes y sitios importantes, a fin de que mas adelante, cualquier duende pudiese utilizarlos para sus futuros viajes.

Todo dispuesto, al día siguiente fueron saliendo los grupos muy de madrugada, cada uno tomaba el rumbo que su padre les había señalado. El grupo de nuestro amigo Dondín XVIII se encaminó hacia el oriente, a la parte alta de la montaña, además de sus cuatro hermanos, llevaban tres topos cargados con herramientas y las casas de campaña; con cierta frecuencia, el grupo se detenía y Dondín I sacaba de su mochila sus instrumentos de medición y por medio de orientación solar fue trazando la ruta que seguían, dibujando el mapa en una hoja de papel fabricado con la corteza de cierto árbol. Pasaron una extensa zona de trébol silvestre, la vegetación les llegaba a la cintura, pero eran hierbas tiernas, que no les causaban gran problema para cruzarlo, al final del campo se encontraba una gran roca y Dondín I se subió a ella para observar mejor el terreno. Una vez ubicada la roca en el plano, así como el campo de trébol, la comitiva continuó su ascensión a la montaña. A media mañana hicieron un alto para almorzar y reponer las fuerzas, pues tenían pensado llegar a pernoctar a una saliente que se veía en la ladera de la montaña y calculaban que podrían arribar al sitio antes de que se pusiera el sol.

Los hermanos menores, en tanto iban avanzando, se dieron a la tarea de buscar frutos silvestres que les sirvieran para la comida, así como espinacas y tomates silvestres, con lo que podrían hacer una apetitosa ensalada. Una vez elegido el sitio para descansar, los muchachos se pusieron a buscar leña para poder calentar las viandas que su madre les había preparado, para hacer la fogata tuvieron buen cuidado de hacer un círculo de piedras para evitar que el fuego se pudiera propagar. Luego de dar cuenta del opíparo almuerzo, los muchachos se tendieron sobre unas camas de tréboles y tuvieron tiempo de hacer una breve siesta, lo que les repuso del cansancio de la primera etapa del viaje. Antes de partir, los duendes tuvieron buen cuidado de apagar perfectamente la hoguera, evitando con ello la posibilidad de un incendio forestal.

Como habían supuesto, el ascenso de la montaña les llevó bastante tiempo, pues era una pendiente bastante empinada y cuando el sol empezaba a ocultarse a lo lejos, los exploradores llegaron a la saliente, que era lo suficiente grande para alojarlos a ellos y a sus animales. La vista que tenían desde ese sitio era sensacional, siguiendo el curso del sol, alcanzaban a ver el mar, allá, a lo lejos, así como varios poblados de los hombres, con sus tejados rojos y, mas abajo, hileras interminables de gráciles palmeras que bailaban al compás de los vientos de la tarde. Una bandada de loros verdes cruzó el horizonte, en busca de sus nidos. Poco después, una bandada de cuervos, tan grande que parecía una nube, regresaba de los maizales, llenando con su algarabía los alrededores. El cielo se fue pintando de rojos, naranjas y dorados, anunciando el final de un día mas. Los hermanos expedicionarios habían levantado las tiendas para dormir y un agradable fuego les proporcionó una deliciosa cena.

Un poco mas tarde, Dondín XVIII dormía plácidamente, cuando de pronto sintió que algo le caía encima, despertó sobresaltado y se encontró de frente con un ser muy especial: un Gnomo, quien le miraba con sus ojillos redondos como canicas y sus grandes orejas se movían al ritmo del movimiento de su cabeza.

¿Qué te pasa?, preguntó Dondín, ¿no te parece muy imprudente aparecer así, de repente, en medio de la noche, y sentado sobre mi barriga? ¿Quién eres?

Perdona amiguito, por haber entrado de esta manera, pero soy medio miope y no me di cuenta de que estaba la tienda, choqué con ella y la atravesé, viniendo a caer precisamente sobre de ti. Mi nombre es Froylin y vivo en estos parajes. Y ustedes, ¿Quiénes son?

Somos los duendes Dondín, venimos del otro lado de la montaña y vamos en busca de un sitio apropiado para fundar otra colonia, pues la nuestra ya nos está quedando chica, buscamos además una buena caverna donde hacer otro depósito de minerales, pues el que tenemos en la actualidad ya está saturado.

Pues yo conozco una caverna grande, tal vez les pueda servir, si gustan, por la mañana los puedo llevar, no se encuentra muy lejos de aquí.

A la mañana siguiente, una vez hablado con Dondín I y estando éste de acuerdo, todos se encaminaron detrás del gnomo. La mañana era fresca y todos avanzaban a buen ritmo, pasando bajo grandes paraguas de hongos multicolores, algunos conejos y ardillas corrían divertidos a los lados de los expedicionarios. Un gran loro verde revoloteaba sobre ellos haciendo un gran alboroto, feliz de ver a sus amigos en estos parajes. Pronto empezaron a oír como un rumor de agua, el sonido se fue intensificando conforme avanzaban por el bosque, hasta que, al dar vuelta en un recodo escucharon un sonido tan fuerte que les impedía escucharse unos a otros, la vista era fantástica. Una gran cascada se mostraba frente a ellos, que permanecieron como encantados, admirando la majestuosa obra de la naturaleza.

Después de un tiempo de estar viendo la cascada, Dondín I pidió a Froylin que los condujese a la gruta, pues tenían que explorarla para ver si era utilizable.

Pues casi llegamos también a la gruta, repuso el gnomo, la entrada está detrás de la cortina de agua, lo que la hace casi invisible. Síganme, pero ahora tendremos que hacer uso de nuestra magia, pues de otra forma no nos será posible acceder a la entrada.

Dicho lo anterior, todos los exploradores se tomaron de las manos, en tanto Dondín I, como jefe del grupo, decía las palabras mágicas: ¡Trasladum!, inmediatamente el grupo de duendes y el gnomo se encontraron frente a la entrada de una caverna, con la cortina de agua detrás de ellos, tan gruesa que les impedía ver el exterior.

No bien dieron unos cuantos pasos dentro de la cueva y en cuanto su vista se adaptó a la penumbra, se dieron cuenta de la grandiosidad de gruta.

Al fondo, una cascada petrificada parecía brotar de la pared y al frente un torrente inmóvil de color opalino luchaba por seguir un cauce que hacía siglos se había detenido. Los duendes empezaron a descender entre las rocas a fin de llegar al fondo de la gruta. Con algo de hierba seca y unas ramas improvisaron unas antorchas, a fin de poder observar con mayor cuidado el estado de piso y muros.

Y bien, amigos míos, ¿qué les ha parecido? ¿Se adaptará a vuestras necesidades?

Claro que sí Froylin, te agradezco a nombre de la Colonia, pues sé que esto es lo que estamos buscando. Pero dime, ¿Dónde vives tú?

Realmente vivo en cualquier parte, dijo con tristeza, pues vivo solo, mi familia vive muy lejos y a mi me tienen encargado de estos parajes, tal vez ahora que ustedes se vengan a poblarlo, me permitan volver al lado de mi familia.

En este sitio solamente viven algunos escorpiones, pero ya sabes cómo son, siempre quieren estar solos, no toleran ni a sus mismos parientes. Los escorpiones son artrópodos pertenecientes a la clase de los Arácnidos, donde también se encuentran las arañas, entre otros. La mayoría son tropicales y subtropicales, y aunque generalmente se les asocia a ambientes áridos también se pueden encontrar en ambientes húmedos, como selvas y cuevas. Son animales de costumbres poco vistosas, que suelen pasar las horas escondidos bajo troncos, cortezas y rocas. La mayoría son nocturnos y pasan parte de su vida en sus refugios. Los escorpiones son animales depredadores cuya dieta consiste básicamente en otros invertebrados, particularmente insectos. Para capturar a sus presas, esperan en las proximidades de sus refugios a que éstas se aproximen, detectando pequeños movimientos del aire y vibraciones del entorno mediante sus órganos sensoriales. Cuando la presa está suficientemente cerca, la toman con las pinzas, y luego la matan o paralizan con una picadura. El aparato inoculador del veneno se encuentra en el extremo posterior del último segmento abdominal. Éste consiste en una base bulbosa que contiene el veneno, las glándulas que lo producen y de una afilada espina curva, que sirve para inyectarlo. Sujetando a la presa ya inmóvil, utilizan los quelíceros, que son como sus dientes, para triturarla y desgarrar sus tejidos, a la vez que vierten por la boca un fluido digestivo, permitiendo así que las enzimas empiecen a licuar y macerar el alimento, ya que la digestión es realizada parcialmente fuera del cuerpo. Una vez predigerido, el escorpión ingiere este caldo semilíquido.

Como verás, Dondín, decir que tengo una compañía, sería mentir, pues estos amiguitos no quieren ni hablar conmigo.

No estés triste, Froylin, pues nosotros podemos ser como tu propia familia, intervino Dondin XVIII. Si vives en estos parajes, pues entonces nos veremos diariamente, pues nosotros nos vamos a venir a vivir aquí.

Gracias, Dondín, aunque a ustedes no los puedo asustar como hago con los humanos y esa es mi razón de existir; aunque bien sabes que solamente es para divertirnos, pues jamás le haríamos daño a nadie.

Yo lo sé bien, Foylin, son ustedes unos seres muy bromistas, esconden las cosas y luego las regresan en sitios distintos, pero sé que no son malos, solo son juguetones.

Bueno, chicos, dijo Dondín I, debemos regresar al lado de Papá para informarle de nuestro hallazgo, les propongo que la comida la hagamos cuando volvamos con el resto del grupo, a fin de no tardar mucho tiempo, haremos uso de la magia. A ti Froylin, te agradecemos el que nos hayas conducido hasta esta gruta, nos ahorraste mucho tiempo, espero que estés por aquí cuando volvamos.

Froylín y Dondín XVIII se abrazaron, Dondín invitó a Froylin a visitarlos. No tendrás problema para encontrarnos, cuando estés al otro lado de la montaña, pregunta a cualquier animalito donde está el viejo roble, la casa de los Dondín y cualquiera te indicará, nos dará mucho gusto recibirte. Te esperamos.

Los duendes se tomaron de las manos y el hermano mayor pronunció el conjuro: ¡Regresum!.... Inmediatamente se vieron junto a su padre y sus hermanos, a quienes contó lo encontrado. Todos se mostraron felices de haber cumplido la misión y alrededor de una gran hoguera, cenaron y cantaron hasta que oscureció.




LEXICO

Estiaje Nivel mas bajo que por la sequía tienen los lagos y lagunas en cierta época del año.
Opíparo Comida muy abundante, sabrosa y de calidad.
Artrópodos Tipo de animales invertebrados de cuerpo con simetría bilateral formado por una serie lineal de segmentos y provisto de apéndices articulados o artejos.
Entorno Ambiente, lo que rodea a algo o alguien.
Inoculador Introducir una substancia en un organismo. Transmitir por medios artificiales una enfermedad.
Quelíceros Apéndice utilizado para la defensa y el ataque que tienen algunos artrópodos delante de la boca.
Enzimas Molécula formada principalmente por proteínas que producen las células vivas y que actúa como catalizador y regulador de los procesos químicos del organismo.
Macerar Ablandar una cosa estrujándola, golpeándola o sumergiéndola en un líquido

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