domingo, 21 de diciembre de 2008

Dondín y los murciélagos

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Una de tantas noches en que Dondín había salido de su casa para cumplir con sus obligaciones, debajo de un gran hongo aplanado color blanco y tallo gris, se encontraba postrado un joven murciélago, al verlo Dondín, se acercó solícito a ayudarlo, pues bien sabía que ese no era un sitio apropiado para dicho animalito.
Hola, pequeño, ¿qué te sucede?, ¿te puedo ayudar?
Gracias, -respondió el murciélago- lo que pasa es que me lastimé un brazo y no pude volar para alcanzar a mi familia.
Dondín, se acercó al herido y con mucho cuidado levantó su brazo izquierdo, a fin de desplegar la membrana que forma una especie de ala y la que les posibilita volar, el pequeño mamífero hizo un gesto de dolor y el duende se pensó que tenía fracturado un dedo.
Mira, -le informó Dondín- se te rompió un dedo y tenemos que inmovilizarlo para que pueda sanar, pero en tanto, no podrás volar. ¿Está lejos tu casa?
No muy lejos, ¿conoces el viejo molino?, pues mi casa está en el sótano de ese lugar y la entrada está muy cerca del piso, por lo que, una vez ahí, me las podré arreglar para llegar, pero, ¿Cómo llegar hasta allá?

Bien, déjame pensar, -dijo Dondín, caminando en círculos con las manos puestas por detrás- mi casa no está lejos, voy a ir a buscar una carretilla y tal vez me acompañe alguno de mis hermanos para poderte subir a ella, entonces te llevaremos a tu casa, ¿te parece bien?
¡Claro que me parece bien!, gracias, pero aún no me has dicho tu nombre.
Cierto, perdona la descortesía, soy Dondín XVIII y vivo muy cerca de aquí, bajo el gran pino y no tardaré mucho, ¿tú cómo te llamas?
Soy Murcio y ya sabes adonde vivo, gracias por ayudarme, ve pues a tu casa y yo esperaré aquí, pues debo llegar a casa antes de que salga el sol, mi familia aún debe andar en las labores diarias, pero no te detengo mas, ya te platicaré.

El duende se alejó presuroso, los cascabeles de su gorro y zapatos tintineaban alegremente mientras corría. Agitado y sudoroso llegó a su casa y de paso se encontró con Dondín XII, a quien refirió el asunto, estuvo de acuerdo en ayudarlo y juntos recogieron una carretilla de las que usaban en la mina y de inmediato se pusieron en camino. Cantando alegremente, los hermanos avanzaban entre plantas y raíces y algunos animalitos nocturnos volteaban a verlos. Una blanca lechuza gritaba "Quichchcchchk" desde la rama de un ciprés, en tanto una comadreja paraba sus orejas puntiagudas para escuchar mejor; un ocelote suspendió su cacería y se acercó a olfatear a los duendes, haciéndoles cosquillas con sus largos bigotes. Finalmente llegaron al lugar en que se hallaba el herido.
Ya hemos llegado Murcio, mira este es XII, uno de mis hermanos. –Los ojos vivarachos de XII inspeccionaron la herida.-

Bueno, no es gran cosa lo que te ha ocurrido, -dijo simplemente XII- te golpeaste en un dedo y afortunadamente no se fracturó, te inmovilizaremos la mano y yo creo que mañana ya podrás volar nuevamente junto con tu familia.
Ambos duendes se dieron a la tarea de inmovilizarle el dedo con unas ramas resistentes y un poco de seda que todo duende que se respete debe traer consigo, para estos pequeños casos de emergencia. Una vez concluido, con ayuda de los dos duendes, Murcio trepó a la carretilla y cantando felices, los duendes se encaminaron a la casa del herido. El traslado del murciélago fue acompañado por dos ratones, un conejo, un zorrillo juguetón y oloroso, quienes divertidos, saltaban y corrían en alegre desfile.
Aún cuando la casa de Murcio no estaba lejos, había que rodear el pequeño lago, por lo que les llevó cierto tiempo el ir empujando la carretilla, en ratos Dondín XVIII, relevado al cansarse por su hermano XII. Ya casi para amanecer, el trío de amigos llegó a la entrada de la casa de Murcio, el viejo molino, abandonado hacía ya bastantes años, se destacaba contra el horizonte en la penumbra del amanecer. Los duendes ayudaron a bajar de la carretilla al murciélago herido, al tiempo que fueron recibidos por los padres de Murcio, quienes estaban preocupados por la suerte de su hijo.
¡Gracias, gracias!, queridos duendes, -dijeron al unísono los padres- qué buenos han sido al traer a nuestro atolondrado hijo, muchas veces le hemos dicho que no se separe del grupo, pues nosotros, sus mayores, conocemos mejor las rutas, este muchacho no obedeció y se golpeó contra un alambre tendido entre los árboles. Pero pasen, pasen, yo creo que con tanto ajetreo no han tenido tiempo de cenar.
Los duendes entraron a la casa, donde pronto fue instalada una mesa y frutas de varios tipos para que comieran los tres aventureros, quienes en breve tiempo dieron cuenta de la merienda. Una vez satisfechos los estómagos, el padre de Murcio les invitó a conocer su casa; en la zona de habitaciones, unos viejos hierros les servían de soporte para colgarse, algunos de los hijos menores ya estaban dormidos, envueltos en sus cálidas membranas o alas, por lo que pasamos en silencio por esa dependencia de la casa.
Ya de regreso en la estancia, el padre de Murcio nos comentó que su familia estaba compuesta de unos 500 miembros, pero había varias familias viviendo en el viejo molino, ellos eran frugívoros, como la mayoría de sus parientes, aunque cerca de allí vivían unos primos que se alimentan de sangre, esta familia no es muy numerosa, pero nos ha dado mala fama a todos; no obstante, nosotros somos benéficos para la naturaleza, pues, mientras volamos, los detritus que expulsamos van cargados de semillas, mismas que propician la reforestación natural, además tenemos otros parientes que se alimentan de pequeños insectos que, si se dejaran libremente, causarían un gran perjuicio a la agricultura. También somos de los mas pequeños mamíferos que habitan la tierra y somos los únicos que tenemos la capacidad de volar. Como ya sabrán ustedes, los temores que la gente nos tiene son infundados, pero como nosotros salimos a alimentarnos durante la noche, la gente ignorante nos relaciona con la muerte y otras tonterías.

Claro que lo sabemos, -afirmó Dondín XII- por eso es que ayudamos a Murcio, pues, entre otras cosas, los duendes tenemos la obligación de velar por la naturaleza y el medio ambiente, bien sabemos que cada hormiga, gusano, ratón o cualquier otro ser viviente, tiene un lugar importante en la naturaleza, cuando hay un exceso de una especie o desaparece otra, se rompe esa cadena natural y pueden venir graves problemas. Nuestro trabajo con los hombres también va encaminado a educarle en ese sentido, pero lo que aprenden de chicos cuando creen en nosotros, se les olvida al hacerse mayores.

Ya es tarde para ustedes, -intervino Dondín XVIII, tienen qué descansar para poder salir hoy por la noche y nosotros debemos volver a nuestra casa a realizar nuestras diarias obligaciones, ya tendremos ocasión de volvernos a encontrar.

En medio de cálida despedida, los duendes abandonaron el viejo molino y juntos y felices volvieron a su casa. Habían terminado un día mas sirviendo a la naturaleza, ahora podrían descansar unas horas y luego volver al trabajo. Dondín XII dijo “puaff” y ambos se trasladaron mágicamente hasta su casa.







Frugívoros
Ciertos animales que se alimentan de frutas.
Detritus Desechos, sobras, desperdicios, despojos.
Reforestación Repoblación de un terreno con plantas forestales.
Forestales De los bosques o relativo a ellos.

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