viernes, 19 de diciembre de 2008

Dondín y su mundo

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Hola, mi nombre es Dondín XVIII y soy lo que llaman un duende, nací en las montañas serranas del Estado de Guerrero; es un valle muy hermoso, cubierto de altos pinos, de altos y jugosos pastizales y cruzado por frescos arroyos que bajan de las montañas.

Soy uno de los hijos mas jóvenes de unos padres maravillosos: Quintón VIII y Lepina XII. Somos veinte hermanos y quince hermanas; yo tengo 120 años y como dije, soy de los hijos menores. Como somos familias muy numerosas, para evitarse confusiones con un número muy grande de nombres para cada hijo, desde hace siglos se optó por la costumbre de poner a los hijos un mismo nombre, seguido del número que corresponda, según su nacimiento; lo mismo ocurre con las niñas.

Nuestros antepasados vinieron de lo que se conoce como Europa, creo que del sur de Suiza y del Norte de Italia y llegaron a tierras de América a bordo de alguno de los grandes barcos cargados de mercancías que con regularidad arribaban a las costas de lo que hoy es el Estado de Guerrero, recuerdo que le llamaban la Nao de China, aunque mas bien venía de Filipinas, todo esto lo aprendí en la escuela y por lo que me han contado mis padres, que a su vez lo escucharon de mis abuelos. Posteriormente recorrimos por tierra, a bordo de carretas, estas tierras tan fértiles y hermosas, las carretas formaban parte de grandes caravanas de mercaderes que recorrían el país, llegando mucho mas lejos de donde nosotros nos quedamos; algunos parientes se quedaron en las costas y por allá han formado grandes colonias. Mi familia prefirió buscar fortuna en las tierras del interior, hasta que llegaron a este hermoso valle en que vivimos.

Nuestra casa se encuentra localizada en una gran colonia que se extiende por muchos kilómetros de túneles excavados por topos y fue construida entre las fuertes raíces de un gran pino. Nuestra casa no es muy grande, pues tenemos una familia pequeña, pues hay familias compuestas por cientos de habitantes, por lo que tienen que construir casas de múltiples pisos, para ir dando acomodo a los hijos, según vayan llegando. Mis padres son segunda generación de los primeros colonos. Somos muy pequeños, comparados con los seres humanos, pues apenas levantamos diez centímetros del suelo, claro que hay unos mas pequeños y unos pocos mas altos. En realidad no nos preocupa nuestra estatura. No se crea que llevamos una vida ociosa, para nada, pues tenemos la obligación de adoptar a un humano y ayudarle en todo lo que sea posible, la única condición para que nos vea, es que crea en nosotros; por tal motivo, solo nos pueden ver mientras son niños, pero los seguimos ayudando durante toda su vida. Por esta misma razón yo he tenido unos doce hombres y mujeres a quienes cuidar.



Casualmente, Zacatl nació muy cerca de una de las salidas de la colonia y mis padres me enviaron para que me conociera. Como para las gentes que no creen en nosotros somos invisibles, me fue fácil acercarme. No lo he dicho, pero los duendes comprendemos todas las lenguas y dialectos, por lo que no era difícil hacerse comprender de cualquier persona. Así pues, a las primeras horas de vida de Zacatl, me subí al regazo de su madre, para que el niño me viera en cuanto abriera los ojos; era un niño moreno, rollizo y mofletudo, de ojos vivarachos, negros como el tizón, que en cuanto me vio mostró una amplia sonrisa, que su madre no vio, pues lo llevaba envuelto en su rebozo y atado a la espalda. Pronto le empecé a enseñar a emitir sonidos y palabras, que los humanos llaman balbuceos y de esa manera nos entendíamos. Le llamaba la atención mi gran barba y reía divertido cuando tiraba de ella. El cascabel de mi sombrero lo entretenía y lo hacía dormir con placidez.

Cuando su madre trabajaba, lo dejaba en algún sitio que consideraba seguro, pero en mas de una ocasión tuve que emplear mis mejores argumentos para evitar que algún animal le hiciera daño. Nosotros los duendes tenemos algunas cualidades no muy conocidas, algo que los humanos llamarían magia, pero que para nosotros es tan común como el aire que respiramos. Cuando me refiero a esta cualidad, es que podemos aparecer o desaparecer objetos, o a nosotros mismos. Esto lo podemos hacer solo cuando estamos fuera de nuestra colonia, para que no crean que trabajáramos tirados bajo un árbol y que nuestro trabajo se hará como por encanto; no, solamente lo hacemos para ayudar a los humanos y protegernos nosotros mismos de los peligros que corremos en el exterior.

Otra característica es nuestra ropa: las mujeres de la familia se dedican a seleccionar las mejores sedas de las telas de araña, la tiñen con colores extraídos de las plantas y flores y la hilan en telares de mano; el resultado es una tela térmica, resistente y flexible, tan elástica, que con ella podemos cubrir a otra persona sin que se rompa, varias veces protegí de esta forma a los niños que tenía a mi cuidado. Esas características físicas de las telas las enriquecemos con nuestra capacidad de hacernos invisibles, repito, para las personas que no creen en nosotros, pero los niños y los animales nos ven perfectamente, pero como las telas tienen los colores de la naturaleza, es fácil confundir a un animal, envolviéndonos en nuestra ropa cerca de alguna planta de color similar.

Pues bien, cierta vez que la madre de Zacatl lo dejó dormido al pie de un gran árbol, sobre una mullida capa de hierba, una víbora de cascabel se arrastraba lentamente hacia el pequeño, el sonido del cascabel mantenía atento al niño, ajeno al peligro que corría, pues un movimiento brusco que hiciera con manos o piernas, podría hacer que el reptil le atacara, pero antes de que el animal pudiese acercarse al niño, lo envolví con mi propio saco de color verde, por lo que el reptil paso sobre nosotros sin detectarnos; eso sí, cuando el niño despertó, lloró intensamente, pero era de hambre. Su madre al oírlo se acercó en su busca y acunándolo en su seno lo amamantó con amor, sin sospechar siquiera el riesgo que su hijo había corrido, yo me trepé a una rama del árbol y vi emocionado esa escena de amor maternal.

En otra oportunidad me tocó proteger al hijo de un matrimonio que eran propietarios de un molino, no eran ricos, pero tenían lo suficiente para vivir con holgura y, además, eran de origen español, lo que les daba una posición relevante en la sociedad. Doña Soledad, la madre de Esteban, era una mujer fuerte y trabajadora, fiel compañera de Don Fausto, el molinero, esta familia vivía en la planta alta del molino, el cual era movido por un mecanismo de paletas que la corriente del arroyo movía. Un eje horizontal pasaba cerca de una de las paredes de la habitación del matrimonio, lugar donde dejaban dormido al niño, quien por entonces tendría tres o cuatro años. El chico sabía que yo iba a jugar con él toda la mañana, en tanto sus padres se ocupaban de atender su negocio; pues bien, cierto día en que el niño jugaba con una pelota, ésta se fue a detener atrás del mencionado eje, por lo al niño se le hizo fácil arrastrase bajo el eje en movimiento, pero uno de los tirantes de su ropa se atoró en alguna imperfección de la madera, así que el niño empezó a girar en el eje, yo me percaté y de inmediato volé hacia él, liberando su ropa del madero que acabaría por estrellarlo contra la pared o el suelo, espantado, el niño empezaba a llorar cuando su madre le preguntaba desde abajo qué le pasaba, yo le hice algunas monerías y el chiquillo soltó la carcajada, aliviando la angustia de su madre.

A Esteban le gustaba que le contara historias y yo me sabía muchas, las cuales había vivido o presenciado desde cerca, por lo que no costaba trabajo complacerlo. Le conté la historia de un duende, (yo mismo), que en cierta ocasión se embarcó montado en una rama de árbol para surcar el río que discurría cerca de su casa; el duendecillo viajó varios días en que tuvo que vencer a traicioneras corrientes y rápidos del río, pero finalmente llegó a una playa donde encontró una colonia de duendes gitanos, éstos, al igual que los humanos, gustan de viajar continuamente, viviendo a bordo de sus carretas, las que son tiradas por fuertes topos. Los hallé alrededor de una gran hoguera, donde preparaban aromáticos panes, jugosos pajarillos y flores y verduras de especies desconocidas para mi. Desde luego que me acogieron con alegría, pues les interesaba saber donde estaba mi colonia, a fin de ir a visitarnos alguna vez. Esa noche canté y bailé alrededor de la fogata y cené como si nunca hubiera probado bocado; me divertí mucho viendo sus juegos malabares y conocí a buenos amigos, entre ellos a Sarpino IV y Caranot XVI,ellos eran buenos acróbatas y caminaban con tranquilidad sobre una cuerda tendida entre dos árboles, sobre ella hacían giros y cabriolas y sus ropas eran de vivos colores, rojos, naranjas y amarillos; sus barbas, para que no les estorbaran en sus actos, la ataban en complicadas trenzas con listones de colores, todo ello les confería una imagen que yo nunca había conocido. A la mañana siguiente les acompañé un tramo a una colonia que se encontraba en las cercanías y mas tarde me volví a mi colonia a bordo de una amable paloma que llevaba el mismo rumbo, fue una aventura sensacional, pero cuando llegué a casa mis padres me riñeron, pues me había ido sin permiso de ellos, por lo que permanecí castigado durante dos semanas, sin salir de la colonia. Esas dos semanas acompañé a mis hermanos mayores, Dondin IV y Dondin V a sus trabajos en la mina. Era ésta una gran caverna formada por grandes cristales de colores, como torres fantásticas que subían a gran altura, en sus muros se hallaban incrustados cristales de muchos tamaños y colores, los cuales eran extraídos y enviados a bordo de una carreta jalada por un topo, que los llevaba a depositar en otro sitio, donde otros duendes las seleccionaban por colores y tamaños y las acomodaban en sitios diferentes, había rubíes y granates de rojos sublimes, esmeraldas tan verdes como las mas bellas plantas, diamantes transparentes como un arroyo cristalino y piedras azules, rosas, negras, nacaradas unas, lisas y brillantes otras; la mirada no alcanzaba a apreciar tanta belleza. Por cierto, en ese mismo almacén, había un lugar donde almacenaban oro y plata. Nosotros podíamos tomar cualquier pieza y con ella elaborábamos hermosos adornos para nuestras madres, esposas y hermanas, las que los lucían en las grandes ocasiones.
Por nuestra vida bajo tierra, nos hemos convertido en eficaces mineros y hemos encontrado buenas vetas de diversos minerales, pero lo máximo es hallar oro o plata nativos, es decir, que de manera natural y debido a las altas temperatura que se alcanzan en las profundidades y a enfriamientos bruscos, se han ido fundiendo y formando pequeñas piezas, las que son fáciles de transportar y almacenar. Pero nosotros no les damos el valor comercial que le dan los hombres, no, para los duendes representan la belleza de la naturaleza y el compromiso de ayudar a los seres humanos que lo necesite; ahí es donde nos volvemos a acercar a los hombres adultos y cuando es conveniente y decidido por el Consejo de Ancianos, entonces actuamos y procuramos que el beneficiado lo “encuentre” accidentalmente. Ellos podrán decir que fue la suerte o el designio divino, pero somos nosotros, los duendes, quienes premiamos a las personas que han hecho cosas positivas en su vida, o en ocasiones castigamos a quienes causan algún daño, particularmente a la naturaleza, pues nosotros somos parte de ella y los daños hechos a la naturaleza nos dañan directamente.
Además de nuestro trabajo con los humanos, tenemos también la obligación de colaborar con nuestra colonia; como comprenderán, nuestros pueblos son muy numerosos y sería difícil ponerse de acuerdo para hacer tal o cual cosa, por lo tanto tenemos una forma de gobierno, muy simple, pero eficiente. En la cabeza hay un Consejo de Ancianos, formado por diez viejos sabios, generalmente son de los fundadores y nacieron en Europa, particularmente en España y Portugal, que fue nuestro último contacto con Europa. Ellos a su vez, tienen diez Asesores cada uno, que representan a grandes conjuntos del pueblo, es decir, a Colonias, la nuestra se llama Expanic y es una de las Colonias viejas. Cada Asesor está a su vez respaldado por diez Representantes de pequeños grupos de familias. Ahora bien, cada duende informa a su padre o hermano mayor, en caso de faltar el progenitor, del desarrollo de sus actividades y éstos, después de analizar y dar soluciones a la mayoría de los casos, van elevando al siguiente nivel de gobierno aquellas situaciones que no hayan podido resolver; así, cuando los problemas llegan a los diez Ancianos del Consejo, ya son menos las soluciones a tomar, pero de gran importancia para todos.

Somos un pueblo feliz, yo creo, conociendo a los humanos, porque nosotros no tenemos dinero. Los puestos de gobierno son honoríficos y todos soñamos con llegar a tener el honor de servir a nuestra comunidad. No tenemos tiendas ni bancos; los animales que utilizamos son de toda la comunidad y la ropa y alimentos que requerimos, la recolectan y elaboran las mujeres de nuestra familia. No tenemos policía, pues no hay delitos ni delincuentes; no tenemos ejército, pues no ambicionamos conquistar otras tierras ni tenemos que cuidarnos de otros pueblos, pues todo lo compartimos.
Cuando algún duende durante su trabajo se encuentra una mina o un depósito importante de mineral, de inmediato avisa a sus mayores, pero nadie piensa en apoderarse de ello, pues ¿para qué le serviría?; por tanto, hallar algo valioso es solamente de valor estadístico y ya sabemos el destino final que tal riqueza tendrá.

En cierta ocasión mis padres me enviaron a trabajar en la recolección de madera para muebles, así es que, ya de noche y montados en fuertes marmotas, cabalgamos por el bosque, es norma nuestra no herir ni matar a ningún animal, motivo por el cual todos nos ayudan a nosotros y por nuestras características, podemos comunicarnos con todos, en esa expedición éramos acompañados, mis hermanos Dondin III, Dondin VI y yo, por un amigo de otra familia, pariente de la esposa de mi hermano Dondin III, su nombre Garcilón II.


Pues bien, este Garcilón II era muy diestro con el hacha y la sierra, por lo que, una vez seleccionada la pieza de madera, él se daba a la tarea de hacer los trozos convenientes; en ese menester estaba cuando de pronto una lechuza cruzó como saeta y se lo llevó entre sus garras:
-¡Auxilio…., auxilio!, gritaba desesperado Garcilón II, pero qué te pasa, lechuza tonta, ¿no ves que no soy tu alimento? Yo aún soy joven para casarme, pero he participado en varias uniones matrimoniales, de mis hermanos y hermanas. El matrimonio entre nosotros es muy sencillo para todos: Cuando un joven está en edad de casarse, el padre habla con él, le explica cuáles serán sus obligaciones, para con su futura esposa, su familia y la colonia en general, entre otras, tiene la obligación de procrear una gran familia y educarla de manera conveniente para que nuestro pueblo siga adelante. Después le recomienda empezar a buscar a quien pudiese ser su pareja, es una decisión importante, pues será para toda la vida. El hombre empezará a buscar entre las chicas de la colonia que no estén emparentadas con él, una vez elegida, deberá hablar con ella y hacerle ver sus intenciones, le dirá de qué familia proviene y, si ella está de acuerdo, entonces el joven le notificará a su padre de quien se trata. Los padres y el hijo visitarán a los padres de la joven elegida, llevándole presentes de amistad y un mueble que habrá confeccionado el pretendiente de su hija y que será el primer mueble del futuro hogar; este es meramente un trámite protocolario y de costumbre, pues los padres aceptarán la decisión de la hija y lo hacen saber al Representante de su colonia, que también es la Autoridad Civil, este funcionario les indica el terreno en que vivirá la futura familia y ambas familias trabajarán en la construcción de la casa y el amueblado de la misma para la pareja comprometida; así también, preparan el banquete de bodas, invitan a los parientes de ambas familias y asisten también todos los habitantes de la colonia que lo deseen. Como es incalculable el número de invitados que llegarán, el banquete de bodas se elabora en base a los contrayentes, sus padres y hermanos; el resto de los invitados llevarán viandas y bebidas que se comparten amigablemente y también llevan algún regalo para los desposados; usualmente llevan algunas prendas de ropa, algún utensilio o alguna joya fabricada por ellos mismos, con las piedras y metales preciosos de que disponen en abundancia. Estos presentes no muestran el poder económico de los otorgantes, sino el grado de amistad y cariño que les tienen a los novios.

La fiesta se lleva a cabo en las calles aledañas al domicilio de los futuros esposos y a la puerta de ella y antes de que inicie el banquete, el Representante de la colonia les dirige unas palabras a los contrayentes y a los padres y familiares de ellos, recordando el compromiso que cada duende tiene con el resto de la colonia y del país en general, cómo deberán educar a sus hijos y ver que cumplan con su deber primario, el que los lleva a adoptar y cuidar a los seres humanos, después les toma las manos y, simbólicamente, se las ata con un listón blanco, en ese momento son ya, formalmente, marido y mujer. Entonces da principio el banquete de boda, los músicos hacen sonar sus instrumentos y dulces melodías envuelven el ambiente, en tanto todos degustan los diversos néctares extraídos de las flores y plantas y saborean los guisos y postres que han llevado. Todo mundo baila y canta y se divierte, también los novios lo hacen y se van conociendo un poco mas; cuando la fiesta termina, todos ayudan a recoger y limpiar la calle, para que la colonia luzca como tacita de plata, los novios penetran a su casa y, de ahí en adelante, son ya una nueva familia.

Cuando se trata de una chica, la madre habla con ella y le hace ver la necesidad de tener un compañero para toda la vida, le recuerda que tiene la obligación de dar hijos para que siga existiendo el mundo de los duendes y le entrega una diadema de flores blancas, que a partir de ese momento deberá llevar en la cabeza, como señal de que es una chica casadera, disponible para ser elegida por algún joven. Ella podrá recibir una o varias propuestas y tiene la plena libertad de elegir a aquel chico que mejor le parezca, tanto por su presencia física, como por su galanura, que se vea sano y que podrá ser un buen padre, cuando elige uno, la diadema se la coloca en forma de collar, al cuello, con ello los demás jóvenes casaderos se dan cuenta de que ella ya está comprometida. Nadie se dará por ofendido si no es el elegido, pues como no hay esa etapa de noviazgo, ninguno se sentirá desairado. El amor vendrá como consecuencia de la vida en común, por el trato diario, ambos jóvenes tendrán la experiencia vivida con sus respectivos padres, habrán visto las atenciones que se tienen mutuamente y el respeto con que se tratan, todo ello lleva finalmente al amor, que durará toda la vida.

La vida de los recién casados se desarrolla, por lo general, alrededor de la familia de la mujer, así pues, la familia no perdió una mujer, sino que ganó un hombre que cooperará en los trabajos familiares. La madre de la esposa se comporta como una verdadera madre, tanto para el esposo recién llegado, como con la prole que irá enriqueciendo sus vidas.




LÉXICO


Tizón Palo a medio quemar que produce mucho humo negro.
Emitir Exhalar o echar algo hacia afuera. Emitir u grito o aullido.
Mullida Blando, esponjoso
Discurría Fluir una corriente de agua por un terreno.
Cabriolas Voltereta o salto en el aire.
Procrear Reproducir, engendrar y multiplicar la propia especie.

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