jueves, 19 de marzo de 2009

Dondín y las luciérnagas

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Una tarde de verano, Dondín se encontraba ayudando a Esteban a construir un juguete, construido a partir de trozos de madera y pegamento, en realidad llevaban todo el día intentando armar el juguete y no acababa de gustarle al niño, por lo que una y otra vez lo desarmaban y volvían a intentarlo. De haber querido, Dondín se lo podría haber hecho a base de su magia, pero era necesario que Esteban aprendiera a valerse de sus habilidades manuales, desarrollando su intelecto, pues cuando fuera mayor, que se terminara su inocencia y dejara de creer en los duendes, se habría acabado su relación con Dondín y se atendría solo a sus propias habilidades y conocimientos, por tal razón, el duende solamente lo iba guiando, aconsejando, pero siempre dejaba que Esteban decidiera lo que haría.

En tanto Esteban y Dondín se entretenían en el jardín, el molinero Jacobo, padre de Esteban, miraba a su hijo jugando con unos palitos, nunca se imaginaría que estaba en compañía de un duende que lo cuidaba y enseñaba. Jacobo se afanaba en reparar las paletas del molino, que se habían roto el día anterior; le urgía terminar de repararla, pues se le acumulaban los sacos de trigo en la bodega y sus clientes le urgían en la entrega de harina. Jacobo estaba empeñado en labrar un grueso tablón que serviría para reparar el álabe, que era el mecanismo que hacía que el agua moviera el molino, con formones y hachuela retiraba trozos del tablón para darle la curvatura necesaria. En tanto Soledad, la madre de Esteban, limpiaba a conciencia el interior del molino, particularmente en las zonas que, al estar en movimiento el mecanismo, se hacía difícil de limpiar. La señora canturreaba una tonadilla que hacía sonreír a su marido y ponía contento a Esteban, decía mas o menos así:




Guapos mozos tengo en casa
Y que alegran mi vivir,
Un pequeño que es mi vida
Y su padre mi existir.


Se terminó el día y Esteban no pudo armar el juguete, aunque, para ser justos, ya lo llevaba bastante adelantado, por lo que lo felicitó Dondín, invitándolo para el día siguiente a tratar de concluir el trabajo. Esteban aceptó gustoso y entró corriendo a su casa en busca de su madre, pues ya era hora de la cena y el hambre se lo recordaba.

Dondín, satisfecho por su actividad del día, tomó camino a su casa. Ya el sol se había puesto hacía un buen tiempo y la obscuridad iba asentándose en el bosque, pero Dondín conocía bien el camino y después de cruzar el campo de tréboles, llegó a la orilla del estanque. Las ranas croaban gustosas y el viejo sapo saludó al duende:

-Hola Dondín, ¿se te ha hecho tarde?, preguntó por cortesía.

-Un poco, señor sapo, me entretuve jugando con Esteban, el hijo de los molineros.

-Sí, conozco al chiquillo, repuso el sapo, ha venido por aquí acompañado de su padre, me agrada el niño porque nunca molesta a los habitantes del estanque, solamente pescan lo que van a consumir; las que deben andarse con cuidado son las truchas, pues parece que son un manjar para los hombres. Yo no sé que les gusta de ellas, a nuestra familia se nos hacen muy desagradables, pues siempre andan en busca de nuestras crías, a las que tenemos que depositar en la arena y entre las plantas del fondo; las truchas son unas golosas.

-Tiene usted razón, señor sapo. Bueno, me despido porque aún queda algo lejos mi casa y la obscuridad es bastante, como hoy no tenemos luna…..

-Anda, anda, hijo, repuso el batracio, que tus padres estarán preocupados. Los padres siempre nos preocupamos…., diciendo esto, el sapo saltó y entró a las aguas del estanque.

Dondín retomó su camino, pero la obscuridad le hacía tropezar con raíces y guijarros, por lo que iba con cuidado para no hacerse daño. Viendo las dificultades del duende, se le acercó una luciérnaga servicial.

-Hola, pequeño duende- veo que la noche te ha atrapado en el bosque, si tú lo deseas, llamo a algunos hermanos para alumbrarte el camino….

-Gracias, amigo, en realidad te agradezco y acepto tu ofrecimiento, pues aún falta algo para llegar a casa.

-Me alegro que aceptes y de paso te invitaremos a conocer a nuestra familia.

-Me gustará conocerla, contestó educado Dondín, en tanto la luciérnaga se perdía entre el follaje de esa noche estival.

En pocos minutos, su camino se vio alumbrado por un enjambre de luciérnagas, quienes revoloteaban alegres alrededor del duende. Las parpadeantes luces se veían como luceros en el fondo obscuro del bosque.

-Bien, pequeño, le susurró su amigo luciérnaga muy cerca del oído, entre las ramas de aquel olmo vive mi familia, vamos. Rodeado por el enjambre, Dondín encaminó sus pasos hacia el sitio que le habían indicado, pero a fin de poder conocer bien a la familia, tendría que reducir su tamaño, así es que, sin pensarlo dos veces, Dondín pronunció la palabra mágica: “chiquipuaff” , de inmediato se redujo casi al tamaño de las luciérnagas, a fin de acercarse al nido sin el riesgo de aplastarlas.

-Buenas noches a todos, saludó Dondín quitándose el gorro, es un gusto conocerles, yo soy Dondín XVIII, hijo de Lepina XV y Quintón VII, nosotros vivimos bajo el gran pino que está en la colina.

-Bien venido, Dondín, eres un chico muy amable. Pues esta es mi familia, como te darás cuenta, las hembras no tenemos alas, pero somos las encargadas de hacer el nido, que puede ser subterráneos o bajo la corteza de algún árbol, como la nuestra.

-Perdone, señora luciérnaga, pero siempre he tenido la curiosidad de saber por qué son luminosas, ¿les sirve la luz para ver?

-No, Dondín, repuso la luciérnaga divertida, ji, ji, ji…, la luz nos sirve para atraer a los machos, pues es la forma de preservar la especie. Cuando estamos dispuestas para el “matrimonio”, emitimos la luz, que sirve para atraer a los machos que sobrevuelan el nido. Pero si vemos algo que no nos guste, apagamos la luz y no nos encuentran.

-Vaya, que ingenioso, ¿y no se les agotan las baterías?, preguntó el duende.

-Qué chistoso eres, Dondín, ja, ja, ja…., ¡pero si no tenemos baterías!, ji, ji, ji….. Te explico:

-Nuestra forma de luz la producimos por un proceso químico natural. El órgano que la produce, lo tenemos bajo el abdomen, bajo la cutícula.

-Qué interesante, respondió Dondín, siempre me habían intrigado esas lucecitas que veía moverse en la obscuridad del bosque, aunque algo me han explicado mis padres, pero nunca había tenido la oportunidad de conocerlas, pues cuando ustedes salen, nosotros ya estamos durmiendo, o cuando menos estamos en casa. Por cierto, continuó el duende, ¿donde están sus hijitos?, no los veo.

Gracias por preguntar, Dondín, no los ves porque son muy pequeños, se llaman larvas y están bajo la corteza del árbol, para no estar expuesta a las golosas aves. Después de dos a cuatro semanas, las larvas salen de los huevecillos y buscan su refugio natural. A estas larvas, algunas gentes las conocen como “gusanos de luz”. Después de varios meses de alimentarse, se convierten en “ninfas” durante siete a veinte días, después se convierten en adultos.

-Pues ha sido muy interesante el haberlas conocido, dijo Dondín a sus anfitriones, ahora ya tengo mas que enseñarle a Esteban y a otros niños que vaya conociendo, ustedes son una parte importante de los habitantes del bosque y debemos cuidarlos, cuando encontremos alguno de sus nidos, no debemos remover los huevecillos, pues eso les perjudicará.

-Así es Dondín, gracias por tu visita y también por preocuparte por todos nosotros, los habitantes del bosque. Esperamos que pronto vuelvas a visitarnos.

Después de despedirse, Dondín abandonó el nido y de inmediato recobró su tamaño, al decir “crecipuaff”; sus nuevos amigos luciérnagas, revoloteando a su alrededor, lo acompañaron alegremente hasta su casa.

-Gracias, amigos, les dijo Dondín agitando la mano como despedida, esta es su casa y no duden en buscarme cuando algo necesiten.

El duendecillo entró a su casa, donde ya lo esperaban para la cena familiar, relató a todos la aventura vivida y las incidencias del día. Todos estuvieron de acuerdo en que la vida de las luciérnagas era muy interesante. Ya tendrían oportunidad sus hermanos de vivir una experiencia como la suya. El joven duende se durmió, soñando con las luciérnagas y con el juguete de madera que estaba construyendo Esteban, su amigo y protegido.






L É X I C O :

Intelecto Capacidad humana para comprender y razonar, entendimiento, inteligencia.
álabe, Cada una de las paletas curvas de una rueda hidráulica o turbina.
Formones Herramienta de carpintería de boca ancha y filo muy cortante
Enjambre Conjunto numeroso de animales o personas.
Preservar
Conservar, resguardar o proteger de algún daño
Cutícula Película de piel delgada y delicada
Larvas Animal en estado de desarrollo cuando ha abandonado el huevo
Ninfas Insecto que ha pasado de su estado de larva y prepara su última metamorfosis

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