sábado, 25 de octubre de 2008

Dondín y el genio de la gruta

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Dondín había tenido un día muy atareado trabajando en la mina, su trabajo consistía en acarrear en carretilla los cristales que sus hermanos iban extrayendo; ese día habían hallado una buena veta de esmeraldas y ya había hecho cinco viajes al almacén, en uno de esos viajes, casi ya de salida del tiro de la mina, en un tiro lateral a medio excavar, le pareció ver una pequeña luz, curioso se acercó y, efectivamente, entre algunas piedras se filtraba un tenue rayo de luz; intrigado, Dondín retiró las piedras sueltas y pasó entre ellas, buscando el origen de aquella luz, cuando al fin pudo pasar, se encontró en una cámara muy grande, llena de cristales de diamante de todos los colores del arco iris, el brillo de las piedras era el reflejo de una gran luz que provenía del techo de la gruta.

El duende estaba ensimismado en la contemplación de tal belleza y no se percató de una figura enorme que se acercaba a él.

Hola, pequeño duende, bienvenido a la gruta de los sueños, -el gigante habló con voz gruesa que resonaba en las paredes de la gruta-

Sobresaltado, Dondín volteó de repente y al ver el tamaño de la persona que hablaba, perdió el equilibrio y cayó sentado, mirando hacia arriba, a la cara del gigante.

No te inquietes, amiguito, -dijo el hombre con dulzura- soy el Genio de la gruta y solo dejo pasar a los duendes de corazón puro.

Mas repuesto del susto, Dondín se presentó:

Gracias, señor Genio, soy Dondín XVIII y le ruego me perdone, pero me sobresaltó el oír su voz.

No te preocupes, Dondín XVIII, no eres el primero a quien le pasa. Pero permíteme explicarte, -continuó el Genio- yo puedo concederte tres deseos por una sola vez en tu vida, de forma que si vienes nuevamente, ya no podrás volver a pedir deseos; ahora bien, puedes pedir hoy uno o dos deseos y reservar uno o dos para una próxima visita.

Vaya, -respondió Dondín- pues me parece muy bien, pues así ya dispone uno de mas tiempo para hacer una buena petición, pero antes de ello, por favor, cuénteme la historia de esta gruta fantástica.

Muy bien, mi querido Dondín, eso habla muy bien de ti, pues no eres un duende ambicioso, -respondió complacido el Genio-

Mira, yo no sé si tu lo sepas, -siguió hablando el Genio- pero las minas de diamantes se forman en una especie de tubos gigantescos, que hace millones de años fueron volcanes enormes; la lava salió desde lo mas profundo de la tierra, arrastrando a su paso diversos materiales en forma de magma, entre estos materiales había grandes cantidades de carbono; estos materiales, sometidos a altísimas temperaturas, modificaron su estructura, que al enfriarse y ser sometidos a tremendas presiones, se cristalizaron y dieron lugar a la formación de los diamantes; unos pocos conservaron una pureza extraordinaria y son los diamantes cristalinos, los mas valiosos, pero los hay amarillos, azules, grises y negros, dependiendo los minerales de que fueron contaminados, hay algunos también muy valiosos, sobre todo por su tamaño; los hombres los catalogan por una unidad de peso llamada “quilate”, equivalente a mas o menos 105 miligramos. La gran mayoría de los diamantes conservan en su interior diferentes cantidades de carbón, éstos son de menor calidad, pero de gran dureza y se utilizan en trabajos industriales.

Cuando estas minas se formaron y, debo aclararte que no hay muchas ni en muchos lugares, yo fui comisionado para guardar y vigilar esta, pues no debe caer en manos humanas, pues su enorme riqueza solo acarrearía guerras y problemas a los hombres que la encontraran, pues su riqueza despierta la ambición desmedida del ser humano y hace mil locuras por poseerla. Como te digo, esta mina nunca será descubierta por los hombres, pero sí por los duendes, pues ustedes hacen un buen uso de la riqueza, ya que no la ambicionan, sino que la utilizan para ayudar a los hombres que son merecedores de tal ayuda. Hace muchos años que vivo en este lugar, -continuó su relato el Genio- solamente se ha permitido el paso a unos cuantos de tu especie, por lo que comprenderás la importancia que tiene para ti el que hayas sido elegido para conocerla. Aunque yo vivo aquí, no siempre estoy encerrado, pues con frecuencia salgo a ver cómo se va desarrollando la vida en estos lugares, pues es posible que alguna vez se me de la orden de mostrarla a alguien mas que los duendes, aunque hasta ahora no se ve posible tal cosa.

Ven conmigo, -lo invitó el Genio- te mostraré la Gruta y verás que guarda grandes maravillas.

El Genio tomó a Dondín con delicadeza y volando fueron recorriendo la Gruta, la cual no era solamente esa galería, sino que estaba formada por una gran variedad de cámaras, unas mas pequeñas que otras, pero todas maravillosas. Primero visitaron la cámara amarilla, sitio donde vivía propiamente el Genio, las paredes contenían piedras de tamaños diversos, pero todas de color amarillo pálido, aunque de diferentes tonalidades, las piedras reflejaban una luz pálida y tranquilizante. El lecho del Genio era una gran cama con un dosel del que colgaban lienzos de seda transparente, el lugar se iluminaba por una luz que se filtraba por el techo de la cámara. Luego pasaron a otra cámara, en esta predominaban los tonos azules, muy tenues y brillantes, en el piso se hallaban una gran cantidad de piedras de diamante, finalmente llegaron a la cámara mas profunda, donde se encontraban las piezas mas escasas, los diamantes negros, solo se veían unos cuantos, pues la mayoría eran grises, también de diferentes tonos.

Como verás, en apariencia hay muchos diamantes, pero en realidad, si la encuentra el hombre, tendrá que mover miles de toneladas de tierra y piedras para obtener alguna de estas piezas, tú lo ves así, pues es como una gran sala de exhibición, pero yo las he colocado en esos sitios, finalmente, si aquí vivo, decoro mi casa a mi gusto, ¿no te parece? –dijo de manera picaresca el Genio-

Pues debo confesar, -corroboró Dondín- que tienes una casa muy hermosa, lo único que no comprendo es la fuente de luz que hay en el techo, ¿es que desde el exterior podrían encontrar la mina, mirando a través de esos agujeros?.

No, de ninguna manera, -aclaró el Genio- esos agujeros que ves y por donde se filtra la luz, están en el fondo de un gran lago de cristal, también producto de mi voluntad. En apariencia es un lago común, pero el fondo es de cristal, tan grueso que no podrían romperlo, cuando sea necesario, yo mismo sellaré esos agujeros y las grutas se desplomarán, volviendo a su forma original; como ves, todo lo tenemos previsto para conservar en secreto la mina.

Dondín escuchaba muy atento, pensando en el por qué había sido elegido para conocer la mina y qué responsabilidad llevaría consigo tal privilegio. Entonces vino a su mente Esteban, el niño que tenía la obligación de proteger y que era el hijo de unos molineros. Recordó que estas buenas personas estaban a punto de perder su molino, que habían construido con tantos sacrificios y que era su única fuente de sustento, los onerosos tributos que tenía qué pagar, lo iban a dejar en la miseria. Eran buenas personas y no merecían quedarse en la miseria por la avaricia de unos gobernantes despóticos e egoístas.

Entonces Dondín preguntó al Genio si ya podía hacer el primer deseo. El Genio sonrió, pues él podía leer los pensamientos de los duendes.

Claro, Dondín, ya puedes hacerlo, -contestó el Genio sonriendo- puedes hacer uno, dos, o los tres, pues bien sabes las reglas que te indiqué al principio.

Dondín cerró los ojos, imaginando a los padres de Esteban y lo felices que se pondrían al poder pagar y conservar su molino.

Te pido, oh Genio, -dijo con voz clara y fuerte, que con algo de este tesoro, los padres de Esteban, los molineros, resuelvan su problema y conserven su molino.

Sea como pides, Dondín, en el sitio que tú indiques, ellos encontrarán lo suficiente para resolver su problema. Cuando encuentres el sitio, sólo deberás decir “hágase” y de inmediato aparecerá tu petición cumplida.

Dondín agradeció al Genio su buena disposición y le informó que los otros dos deseos los pediría mas adelante.

El Genio aceptó complacido y chasqueando los dedos desapareció. Una nube blanca envolvió a Dondín y cuando ésta se disipó, estaba en el exterior de la Gruta, junto a su carretilla cargada de cristales, que debería llevar al almacén. Sorprendido, Dondín pensó que todo había sido un sueño, pero de cualquier forma, mas tarde iría a buscar a Esteban y ya vería si esto era cierto o no. Después de terminar su trabajo en la mina, ya al caer la tarde, Dondín se dirigió al molino, donde vio a los padres de Esteban muy tristes, pues en pocos días se podrían quedar en la miseria.

El padre de Esteban salió de la casa, pues tenía que sembrar un árbol, el cual, pensaba, cuando Esteban fuera mas grande, le serviría para jugar y tendrían una agradable sombra donde hacer las meriendas campestres. Al pobre hombre se le escaparon unas amargas lágrimas de tristeza, pensando que su hijito pudiera padecer hambre, pero él se sentía impotente para conseguir el dinero que tendría que pagar a los recaudadores. Dondín lo siguió y cuando localizó el sitio en que plantaría el árbol, aprovechando que el hombre no lo veía, se paró en el lugar y con firmeza dijo “HÁGASE”; de inmediato se materializó un pequeño atado de diamantes en bruto; cuando el hombre clavó la pala, sintió algo duro y extrayendo el atado, lo desenvolvió y quedó fascinado ante la vista de tan valiosas piedras, volviendo los ojos al cielo dio gracias, pues con esto resolvería sus problemas y podría conservar el molino. De inmediato volvió a su casa y con su esposa danzaron de felicidad, el pequeño Esteban los veía gustoso y Dondín le hacía monerías que lo hacían reír.

Ese había sido un gran día para Dondín y la familia de Esteban, ya tendría ocasión de ver al Genio para darle las gracias; no se daba cuenta que allá arriba, en las nubes, un rostro sonriente los observaba. Muy contento, el duende volvió a su casa y a la hora de la cena contó a sus padres y hermanos la aventura vivida, todos se pusieron muy contentos y cantaron y bailaron hasta que la noche se hizo larga y las velas se fueron consumiendo.





LEXICO

Veta Filón de un mineral. 3/a persona del singular de indicativo (el/ella/usted) del verbo vetar.
Ensimismado Abstraerse. Entregarse una persona a sus propios pensamientos, aislándose de lo que le rodea.
Magma Masa de roca fundida de las zonas mas profundas de la corteza terrestre.
estructura Distribución y orden de las partes que componen un todo.
onerosos Pesado, molesto, que es costoso.


Sergio Amaya S.
Octubre de 2007.
Naucalpan, Méx.

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