lunes, 4 de mayo de 2009

Dondín y las hadas

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Dondín había tenido unas semanas muy ocupado cuidando de Esteban, que entre mas crecía, mas curioso se volvía; pero era natural, pues el niño tenía ahora mas independencia, se movía con mayor libertad y todo le llamaba la atención, por lo que Dondín tenía que estar siempre alerta para evitar que el niño se fuese a lastimar. La madre de Esteban lo dejaba sentado en el prado en tanto ella tendía la ropa, pero en cuanto algo llamaba la atención del infante, en seguida trataba de llegar a ella.

Dondín llegaba temprano a casa de Esteban, lo despertaba y empezaban a jugar en la cama, las risas del niño avisaban a la madre que era hora de iniciar el batallar con el chiquillo; entraba a la habitación, besaba a su hijo y le hacía monerías, lo vestía y aseaba y lo llevaba al comedor para que desayunara; desde luego que Dondín no se separaba ni un momento. Cuando el niño intentaba alguna acción que pudiera lastimarlo, de inmediato intervenía el duende, ya sea controlando al niño o, de alguna forma, llamando la atención de la madre, quien presurosa evitaba que el niño se hiciese daño.

Así se pasaba el día Dondín, cuando finalmente el niño tomaba alguna siesta, el duende también caía rendido. Luego despertaba Esteban y era volver a empezar con los cuidados. Pasaron varias semanas, hasta que el padre de Esteban le construyó un corralito de madera, para que el niño pudiera estar seguro. Dondín descansó también, pero esas semanas lo dejaron exhausto. Con el fin de salir un poco de la rutina, el duende pensó en tomarse unos días de descanso, planeando ir a visitar a su primo Colorín XII. Este primo vivía algo retirado de la casa de Dondín, en un sitio llamado Chalchocohuitle, en la Sierra de Guerrero.

Como el viaje era muy largo, Dondín utilizaría sus poderes mágicos. Pidió permiso a sus padres, quienes no dudaron en permitirle al duende ir a visitar a su primo, pues hacía ya muchos años que no se veían. Lepina, la madre de Dondín preparó algunos regalos para los parientes y Quintón, su padre, le hizo las recomendaciones pertinentes. Ya todo dispuesto, Dondín salió de su casa muy temprano, pues pensaba pasar primero por la casa de Esteban para informarle al niño que estaría ausente por unos días, pero si llegara a necesitarlo, no tenía mas que avisar a cualquier animalito que pasara, ellos se encargarían de hacer llegar el mensaje a Dondín.

Una vez hecho, Dondín salió rumbo al bosque, pues no quería que el niño le viera utilizando sus artes mágicas, a fin de no incitarlo a pedir que hiciera cosas que no podría cumplirle; ya fuera de la vista de Esteban, cerca de un macizo de flores silvestres y antes de que Dondín dijera las palabras mágicas, se dio cuenta que unas hadas con apariencia de mariposas le llamaban; de inmediato Dondín acudió al llamado de las hadas, quienes le pidieron ayuda para liberar a una de sus hermanas, quien por descuido, había quedado atrapada en una telaraña.

La araña estaba muy molesta, pues había trabajado toda la noche para tender esa red y la utilizaría para tener el almuerzo de esa mañana, pero por el descuido de esa hada o mariposa, o lo que fuese, ahora tendría qué volver a empezar. En fin, le dio permiso a Dondín de que rompiera la telaraña para poder liberar a la asustada hada. Así lo hizo el duende y después de batallar un rato con los pegajosos hilos de la telaraña, la mariposa quedó en libertad, de inmediato volvió a su forma original y Dondín quedó admirado de la belleza del hada.

-¿Cómo te llamas?, preguntó Dondín sin dejar de mirarla.

-Me llamo Pamela, y te estoy muy agradecida por haberme liberado, realmente fue un descuido mío y estoy muy apenada por haber destruido la telaraña de esa arañita. Pero tú, pequeño duende, ¿cómo te llamas?

Me llamo Dondín XVIII, respondió, pero, preguntó, ¿qué hacen tan temprano?

Venimos en busca de néctar, pues esta tarde habrá una gran fiesta en el bosque y a mis hermanas y a mi nos encargaron llevarlo, para preparar unas deliciosas bebidas; mira, dijo señalando a las hadas que le acompañaban, ellas son mis hermanas: Alex, Andy, Pau y estas bellas y pequeñas haditas, las gemelas Erika y Karina.

Pues sí que son una gran familia y todas muy hermosas, dijo Dondín sonrojándose, estrujando su sombrero y sin saber donde poner sus inquietas manos.

Dondín, intervino Alex, te estamos muy agradecidas por haber liberado a nuestra hermanita y nos gustaría que nos aceptaras la invitación a la fiesta que se dará en el bosque, nuestros padres se pondrán felices cuando les contemos.

Bueno, en realidad tenía otros planes, contestó animado el duende, pero creo que será mas divertida la fiesta, ¿está muy lejos el sitio donde la harán?

No, para nada, respondieron las haditas al unísono. Debes conocer el sitio, aclaró Pamela, es una muy curiosa roca que tiene un bosque en lo alto, ¿la has visto?

¡Claro que sí!, contestó Dondín emocionado, pero nunca me imaginé que en ese sitio se reunieran las hadas.

No solamente nos reunimos ahí, dijo Andy, también en ese sitio tenemos nuestra casa, pero como comprenderás, siempre la tenemos oculta, pues solamente la pueden ver ciertas personas, como tú mismo, pues de otra manera correríamos muchos peligros.

Pues no se diga mas, aceptó gustoso Dondín, díganme en qué puedo ayudarles, pues así terminaremos mas pronto.

Como también nos encargaron miel, nos puedes ayudar a recolectarla, contestó Pau, de esa forma nosotras estaremos haciendo los viajes para llevar el néctar. ¿Puedes hacerlo?

Desde luego que sí, contestó Dondín, voy a recorrer los alrededores y nos veremos aquí mas tarde.

Las hadas volvieron a su actividad recolectora, ahora teniendo mucho cuidado de no ir a toparse con otra telaraña. Con cuidado llegaban a las flores y extraían el codiciado néctar, luego volaban a su casa y después de un rato volvían. Las seis haditas trabajaban afanosas, pensando en los apuestos invitados que irían a acompañarlas a la fiesta.

En cierto momento empezó a soplar una brisa mas fuerte que de costumbre; pequeños remolinos levantaban la tierra y hojas sueltas y corrían divertidos entre los árboles. Las haditas no dieron importancia y continuaron con su trabajo, las pequeñas gemelas, mientras tanto, se ocupaban en cortar florecillas silvestres que iban acumulando en sus delicados mantos.

-Mira, Erika, dijo emocionada Karina, qué hermosas flores, parecen pequeñas margaritas, vamos a hacer un ramo para llevarlo a mamá.

Las dos pequeñas se pusieron a cortar las delicadas florecillas, sin darse cuenta que un remolino mayor se acercaba a ellas, de pronto el remolino tomó fuerza y girando vertiginosamente sobre las niñas, las elevó, llevándoselas a gran velocidad hacia lo alto de la montaña. Dentro del remolino, las pequeñas hadas giraban descontroladas, llenas de miedo, sin poderse acercar una a otra, pues el viento, furioso, las movía a gran velocidad, envueltas entre hojas, ramas y tierra.

En tanto esto ocurría, sus hermanas mayores trabajaban diligentes en la recolección del néctar. Alex regresaba de llevar néctar a su casa y preguntó por sus hermanitas.

-Pau, Andy, ¿han visto a las gemelas?, preguntó en tanto que miraba a su alrededor.

-Estaban cortando flores, repuso Andy, deben andar detrás de aquellos matorrales, dijo señalando en alguna dirección.

-Sí, intervino Pau, hace poco tiempo que las vi correteando, tratando de alcanzar a un pequeño remolino.

Inquieta, Alex se dirigió hacia donde señalaban sus hermanas, buscando a las pequeñas. A grandes voces les llamaba, pero no obtenía respuesta. Preocupada llamó a sus hermanas, viendo que Pamela recién llegaba.

¿Qué sucede, Alex?, ¿en donde están las niñas?

No las encuentro, deberían estar por aquí, pero no responden. Las cuatro hermanitas, convertidas en mariposas, revoloteaban entre árboles y matorrales, en busca de las gemelitas. En esos momentos volvió Dondín, cargando un envase lleno de miel de abeja, notando de inmediato que algo estaba ocurriendo.

¿Qué sucede, niñas?, ¿por qué están tan inquietas?, preguntó el duende.

No encontramos a nuestras hermanitas, las gemelas, contestó llorosa Pamela.

Vamos, vamos, tranquilas, dijo el duende, las encontraremos, deben andar perdidas muy cerca de aquí, le preguntaremos a mis amigos, los animalitos del bosque.

Mirado una ardilla que bajaba de un árbol, Dondín le preguntó:

Hola, ardillita, estamos buscando a dos pequeñas hadas que estaban por aquí, ¿de casualidad has visto hacia donde se fueron?

No, contestó la ardilla, como estaban fuertes los remolinos yo me refugié en mi madriguera, pero le preguntaré al conejo que vive bajo aquellas piedras.

Rápidamente se dirigió a la madriguera del conejo, llamándole a gritos. ¡conejo!, ¡conejo!, sal pronto, por favor, te busca Dondín el duende.

El conejo asomó la cabeza por el agujero y protestó: ¡No grites!, por favor, vas a despertar a mis hijitos. ¿Qué sucede?. ¡Ah, ya sé!, quieren saber donde están las haditas, ¿verdad?

Eso, eso, dijo Dondín, ¿has visto hacia donde se fueron?

Mas bien, hacia dónde se las llevaron…. Es decir, se las llevó un gran remolino, yo apenas tuve tiempo de refugiarme en mi casa…..

Pero, ¿estás seguro, conejito?, preguntaron al unísono las haditas.

Claro, se las llevó hacia lo alto de la montaña. Yo creo que ya va muy lejos, iba muy rápido.

Las haditas, abrazadas, lloraban desconsoladas, ignorando la suerte que correrían sus pequeñas hermanitas. En eso, mirándolas llorar, un viejo búho se posó sobre una piedra cercana y les dijo:

Es cierto que se las llevó un remolino, pero no era solamente viento, era el antipático gnomo que vive en las cuevas de la montaña. Yo vi cuando se convirtió en remolino para llevarse a las niñas, además de antipático es muy malo.

Al oír aquello, Dondín se dio cuenta de que el problema era mayor, pues él solo no podría con el gnomo, así que, tranquilizando a las haditas, mediante un conjuro mágico se dirigió a su casa, en busca de sus padres: “traslapuaff”, dijo con energía y de inmediato se encontró parado en la mesa de su casa, ante los regaños de sus padres.

Pero Dondín, ¿aún no puedes controlar tus conjuros?, algún día vas a aparecer metido en un bote de basura, ¡baja de la mesa de inmediato!, regañó su madre.

Perdonen, mamá y papá, pero es una emergencia, el gnomo de la montaña se llevo a dos pequeñas haditas y sus hermanas están desconsoladas, ¿nos podrán ayudar ustedes a recuperarlas?

¡Claro que sí, hijo!, contestó Quintón, secundado por Lepina, vamos a llevar la cuerda mágica para atarlo, pues de otra manera no podremos con él.

En seguida llamaron a dos de los hermanos mayores y todos juntos y mediante mágicos conjuros, llegaron al lado de las desconsoladas haditas.

No lloren, pequeñas, les dijo cariñosa Lepina, verán que nosotros lograremos rescatar a sus hermanitas. Sabemos muy bien que sus poderes mágicos no podrían ayudarnos, pues están limitados a favorecer a los humanos, pero nosotros tenemos otras facilidades. ¡Ya verá ese malvado gnomo!... no le quedarán ganas de volver a meterse con ustedes…. ¡ya lo verá!

Las niñas se animaron un poco al ver la disposición de la familia de Dondín para rescatar a las gemelas: Realmente estaban asustadas, pues temían que el malvado gnomo les hiciera daño.

Bueno, dijo Quintón a sus hijos, ustedes, valiéndose de su magia, vayan a la montaña y localicen la guarida del sinvergüenza gnomo, en tanto, su madre y yo cuidaremos de estas niñas, no vaya a ser que quiera volver por ellas.

Tomados de las manos, los tres Dondines dijeron la palabra mágica: “voluaff” y de inmediato volaron con rumbo a la montaña. Desde la altura podían cubrir mas terreno para localizar el sitio donde moraba el gnomo. Una parvada de gorriones que volaban, se sorprendieron al ver volando a los duendes, pero como los conocían, los saludaron amistosas.

Hola, duendecitos, ¿a donde se dirigen con tanta premura?, preguntaron.

Estamos buscando la guarida del malvado gnomo que habita en esta montaña. ¿Lo han visto ustedes?, llevaba a dos pequeñas haditas y necesitamos rescatarlas antes de que les haga daño.

No, chicos, nosotros estamos volviendo ahora de hacer nuestros alimentos en un campo cercano, pero pregunten al cuervo que habita en el pino solitario, con seguridad él lo habrá visto. Adiós, amigos, que tengan suerte y encuentren pronto a esas pequeñas.

En tanto se preparaba el rescate, el malvado gnomo había llegado a su cueva, la cual era muy profunda, realmente era una gran caverna; dentro de ella había una laguna de aguas transparentes. Era una laguna mágica y a través de ella el gnomo podía ver lo que ocurría en cualquier lugar de la montaña y sus alrededores, por lo que no tuvo problema para darse cuenta que los duendes voladores estaban en su busca, por lo que, valiéndose de la magia, ocultó la entrada de su gruta con una espesa vegetación.

Las pequeñas gemelas lloraban y se abrazaban llenas de miedo, aunque el perverso gnomo les hablaba con fingida dulzura, a fin de tranquilizarlas: No lloren, pequeñas, no les va a pasar nada; ahora vivirán como lo que deberían ser: unas auténticas princesas. Serán mis compañeras durante toda la vida y vivirán como las hijas de un auténtico rey, el rey de la montaña. Las llenaré de lujos y joyas jamás vistas. Les servirán sirvientes traídos de todos los confines de la tierra y serán muy felices.

Las niñas, abrazadas y asustadas, escuchaban los ofrecimientos del malvado gnomo, llorando de angustia por verse separadas de su familia.

Nosotras queremos vivir con mis papitos, dijeron ambas haditas, no queremos vivir contigo, tú eres un gnomo malo.
¡Basta, pequillas lloriconas!, yo soy su dueño y tendrán qué hacer lo que les diga. Y vale mas que se porten bien, si no, en lugar de ser princesas, serán las sirvientas. Ja, ja, ja. Su macabra risa se escuchó por toda la montaña.

Los duendes que en esos momentos sobrevolaban esa zona, escucharon las horribles carcajadas y de inmediato se posaron en tierra, recorriendo con todo cuidado el terreno, fueron revisando entre las rocas y los matorrales. De pronto vieron una liebre que, curiosa, los miraba buscar, preguntándoles:

¿Qué es lo que buscan, pequeños duendes?...

Estamos buscando la guarida del gnomo, dijo Dondín II, ¿de casualidad sabes donde está la entrada?

Desde luego que sí, miren hacia arriba, ¿ven aquellos grandes matorrales?, pues hace un rato no estaban, pues el gnomo los pone cuando quiere ocultar la entrada, pero tengan mucho cuidado, les advirtió, pues es un gnomo perverso y odia a los duendes, particularmente.

Gracias por alertarnos, amiguita, aunque ya tenemos conocimiento de sus maldades.

Los duendes se dirigieron hacia los matorrales señalados y, efectivamente, era la entrada a la gruta del gnomo. Cautelosamente penetraron en la cueva a fin de reconocer el terreno en que habrían de enfrentar al gnomo. Caminaron sigilosos tratando de localizar a las pequeñas hadas, finalmente las vieron, estaban sentadas sobre una roca, el malvado gnomo estaba ocupado preparando algún brebaje y, aparentemente, no se daba cuenta de la presencia de los duendes en su gruta. Ya enterados del terreno, los duendes salieron de la cueva y dejando a Dondín II vigilando la entrada, los otros dos volvieron al lado de sus padres para organizar el rescate. Llegando al lado de ellos, les informaron de las condiciones en que tenía a las niñas y las características generales de la gruta.

Después de deliberar acerca de lo escuchado, los padres de los Dondines acordaron la forma en que intentarían el rescate. Por principio de cuentas enviarían a un grupo de topos sirvientes a que los acompañaran; entrarían los cinco detrás de los animalitos, haciendo gran alboroto para llamar la atención del gnomo. Lepina y Quintón, llevando la cuerda mágica, intentarían llegar por la espalda del gnomo para atarlo, una vez envuelto en la cuerda, el malvado no podía utilizar sus poderes. Los topos deberían evitar que el gnomo atrapase a los duendes, pues en su coraje podría hacerles daño.

Puestos todos de acuerdo, iniciaron el ascenso los topos, pues aunque el gnomo los detectara, no desconfiaría de animalitos que tienen sus hábitat natural en esos terrenos, en tanto, los cinco duendes se trasladarían con su magia hasta la entrada de la gruta, a la espera de la llegada de los topos. Salieron, pues, los animalitos a gran velocidad y tomados de las manos, los cuatro duendes, mediante una palabra mágica, llegaron a la entrada de la gruta, quedándose muy quietos entre el matorral, para no ser vistos por el gnomo. Cuando los topos llegaron, de acuerdo a las instrucciones de Quintón, entraron todos en tropel, haciendo gran ruido. El gnomo se sobresaltó y lleno de rabia empezó a perseguir a los duendes, Lepina y Quintón se escondieron detrás de unas piedras, en tanto que los topos interferían en la carrera del gnomo para que no fuera a apresar a los duendes. En tanto, las niñas lloraban llenas de angustia, pues no sabían que estaba ocurriendo.

En cierto momento, el gnomo quedó de espaldas a los padres de los duendes, aprovechando el momento para lazarlo con la cuerda mágica, de inmediato el gnomo se quedó quieto y por mas que se esforzaba no lograba librarse de la cuerda. Al verlo imposibilitado, los tres duendes se dirigieron a las pequeñas hadas, cuando ellas reconocieron a Dondín, se pusieron muy contentas, pues sabían que las habían rescatado. Los duendes las condujeron hacia la salida, indicándoles que adoptaran su forma de mariposas y se fueran directamente a casa, donde ya deberían estar esperándolas sus hermanas. Así lo hicieron las gemelitas y convertidas en coloridas mariposas volaron alegres a reunirse con su familia.

Los duendes volvieron al lado de sus padres a fin de ayudarles a controlar al gnomo, éste, fingiendo una gran tristeza les juraba que ya se iba a portar bien, pidiendo que por favor lo soltaran. Los duendes se pusieron de acuerdo y, sin decirle nada al gnomo, salieron de la gruta y volvieron a su casa, ya cuando estaban a salvo, Quintón dijo una palabra mágica: “liberaff” y el gnomo quedó libre de la cuerda mágica, la cual volvió a las manos de los duendes. Esperaban que el malvado gnomo cumpliera su palabra y dejara ya de molestar a las hadas y a los duendes.

Esa tarde, los padres de Dondín y toda su prole, se presentaron en el bosque de la roca a la fiesta de las hadas, todos estaban felices y agradecidos con los duendes por haber rescatado a las pequeñas haditas. Los duendes danzaron y cantaron con las hadas, comieron ricas viandas y festejaron toda la noche por la culminación feliz de la aventura.





L É X I C O


Exhausto Cansado, agotado, sin fuerza.
Afanosas Que ponen mucho afán y empeño en lo que hacen.
Pertinentes Que viene a propósito o procede
Deliberar Resolver hacer algo habiéndolo meditado.
Hábitat Conjunto de condiciones en que se desarrolla una vida, humana o animal

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