viernes, 23 de enero de 2009

Dondín y el unicornio

Safe Creative #1101308372109En la familia de Dondín había gran contento, pues tenían de visita a un sobrino muy querido de nombre Lemet XII, este sobrino era hijo de Quintón II, hermano mayor del padre de Dondín, quien desde joven se volvió a Europa para vivir allá. Pasado el tiempo se casó y formó una numerosa familia; este Lamet XII resultó ser el mas inquieto de los hijos y desde joven le dio por viajar por diferentes países, habiendo tenido grandes aventuras y adquirido diversos conocimientos.

Quintón II asentó sus reales en los Alpes Italianos, pues añoraba la tierra de sus antepasados. En aquellas tierras, además de las labores propias de los duendes, como ayudar a guiar a los humanos y realizar trabajos de minería, a este duende y su prole les gustaba viajar. Haciendo uso de su magia se trasladan a cualquier rincón del mundo; en esta ocasión Quintón II, en compañía de su inquieto hijo Lemet XII, decidieron visitar a su hermano menor en las montañas de Guerrero en México.

Siguiendo esta costumbre de viajar, Quintón II invitó a toda la familia a realizar una excursión al sitio mas interesante de la montaña. El sitio elegido, aprovechando la temporada de lluvias, fue una enorme caída de agua que se formaba por las intensas precipitaciones que se daban en las partes altas de la montaña. El paraje estaba rodeado por altos pinos y con la humedad de la temporada, alrededor de la poza de la cascada habían crecido enormes matas de “hoja elegante”; también por la presencia de agua, la vida animal se había incrementado considerablemente, pues era el bebedero de osos, coyotes, pumas, venados, en fin, de la enorme variedad de la fauna propia de esa región.

Como el sitio elegido estaba muy alejado de la colonia, las mujeres y los mas pequeños se trasladaron por medio de la magia y los duendes mayores, acompañados por los padres, llamaron a una parvada de gavilanes para que los transportaran, aún cuando estas aves generalmente vuelan solas, siempre estaban dispuestas a colaborar con los duendes. Aprovechando a las aves, los duendes transportaron alimentos, ropa de baño y tiendas de campaña, pues tenían pensado acampar durante varios días. Al reunirse la familia, las mujeres, encabezadas por Lepina, la madre de Dondín, organizaron a un grupo de ardillas para que realizaran las labores de cocina y limpieza.

En tanto preparaban la comida, Dondín y Lemet se dieron la aventura. Lemet propuso a Dondín, mediante su magia, trasladarse a las montañas de Europa, donde podían visitar la morada de los unicornios.

Emocionado Dondín por la posibilidad de conocer a tan mítico animal, no dudó en aceptar la invitación de Lemet. Rápidamente Dondín consiguió el permiso de sus padres y, ni tardos ni perezosos, ambos duendes se lanzaron a la aventura.

Lemet, por tener mayor experiencia en los viajes, tomó de la mano a su primo y pronunció las palabras mágicas: “Flyuff” y de inmediato se encontraron volando, siguieron el camino del sol, a fin de llegar horas antes de su salida.

Cruzaron el Océano Pacífico y en unos cuantos minutos estaban volando sobre las Islas Hawaii, admirando asombrados las nubes de vapor que se desprendían del océano al recibir el río de lava ardiente que arrojaba el volcán Mauna Loa.

La vista del volcán le parecía sensacional a Dondín, pero como estaba ansioso de llegar al destino ofrecido, apuró a su primo Lemet para continuar el viaje, así que sin mas demora, el duende guía pronunció la palabra mágica ¡Flyuff! Y ya se vieron volando sobre el inmenso océano rumbo a su destino, el cual se hallaba en lo que hoy conocemos como Eslovenia, en un sitio llamado Idrija, rumbo a la frontera con Italia y a unos 350 Km de Presolana, una zona montañosa al Noroeste de Verona, en la zona de los Alpes Italianos, lugar de nacimiento de Lemet.

El sitio elegido por Lemet era boscoso, de montaña; a lo lejos se veían los montes nevados de las zonas mas altas. De pronto, Lemet se puso a silbar una bella melodía, en tanto el viento, al filtrarse entre las ramas de los árboles, parecía corresponder a la música del duende. En cierto momento Lemet explicó a Dondín que esa era la forma de llamar a los unicornios, quienes al fin descendientes de los mitológicos dioses, eran amantes de las bellas artes.

En medio del bosque se empezó a escuchar un tropel de caballos, los pequeños animales del bosque se refugiaron junto a los grandes troncos de los pinos. Un enorme oso negro se acercó a los duendes, advirtiéndoles para que se resguardaran, por la inminente llegada de los unicornios, los verdaderos reyes del bosque.

No bien el oso acaba de trepar a la rama de un árbol, cuando hizo su aparición una pequeña manada de briosos unicornios. La manada, compuesta por un macho, tres hembras y dos potrillos, parecían disfrutar de las suaves notas musicales que el viento llevaba hasta el claro del bosque en que se encontraban los visitantes.

Con paso garboso, el majestuoso macho se dirigió hacia nosotros y habló, dirigiéndose a Lemet, a quien ya conocía.

Bien venido, noble Lemet XII, hijo de Quintón II, mi familia y el bosque nos sentimos honrados con tu presencia y tu honorable acompañante, dijo volteando a mirar a Dondín.

Lemet, haciendo una seña a Dondín, contestó al formal saludo del unicornio:

Gracias, noble Equimagno, que tal era el nombre del unicornio, hijo de Equidermo, descendiente de los dioses inmortales, hemos venido a visitar tu bosque, de enormes árboles, para que mi primo Dondín XVIII, hijo de Quintón IV y habitante de lejanas tierras, allende el mar, conozca a tan nobles habitantes de los sagrados bosques.

Coceando en el piso en señal de bienvenida, el noble animal se acercó a Dondín, diciendo:

Seas bienvenido, noble amigo, descendiente de ilustre familia, esta es tu casa y me sentiría honrado si aceptaran subir a mi lomo para llevarlos a conocer mi bosque, de grandes y obscuros pinos.

Ante tan amable diálogo, los animales del bosque estaban reunidos alrededor del claro donde se desarrollaba el encuentro: venados, ardillas y conejos correteaban traviesos, ante la mirada desaprobadora de una solemne lechuza. Sin mas plática, los duendes treparon al lomo del unicornio, sintiendo la tibieza y tersura de su piel y la sedosidad de su crin.

En tanto su familia ramoneaba y pastaba en el claro, Equinomagno echó a caminar a paso lento, mostrando a los visitantes la belleza del bosque.

Esto, nobles visitantes, dijo Equinomagno mostrándoles una gran roca plana de basalto casi blanco, es el ara donde los antiguos héroes rendían culto a los divinos dioses; faunos y ninfas se reunían y llegaban músicos y bailarinas de tierras lejanas para ofrecer libaciones a la bella Afrodita, al apuesto Apolo y a nuestros amados padres, Zeus y Heras.

En un momento en que el unicornio estaba distraído, Dondín preguntó a Lemet:

¡Oye, Lemet!, ¿Por qué hablan tan chistoso?

Sonriendo, el duende viajero contesto: Estos animales son descendientes de aquellos que la mitología nos narra y la forma de hablar es un recuerdo de aquellos tiempos, pues debes comprender que estos seres no han tenido contacto con el hombre actual, quien piensa que son producto de la imaginación, pues al igual que nosotros, solo son visibles para quienes creen en ellos.

En tanto platicábamos, se fueron acercando los potrillos, hijos de Equinomagno, quienes presentaban un pequeño abultamiento en sus frentes, lo que mas adelante sería su singular cuerno, mismo que dá nombre a la especie.

Permíteme que te cuente, continuó Lemet, en la antigüedad se creía que el cuerno del unicornio era buen remedio contra enfermedades estomacales, que curaba la epilepsia y prevenía contra los envenenamientos, por tal razón los nobles pagan buenas cantidades de oro por conseguir un cuerno. Ya te imaginarás que lo que conseguían eran cuernos de rinocerontes, de toros o de cualquier otro cornúpeta, pues al ser invisibles para la mayoría de las gentes, era imposible cazarlos.

De pronto, de entre los matorrales surgió un jabalí, los pelos del lomo erizados denotaban que el animal estaba furioso. Equinomagno reparó y Lemet y Dondín tuvieron que asirse a las crines para no caer, el unicornio de inmediato se interpuso entre el jabalí y sus potrillos. El jabalí al ver al enorme unicornio detuvo su carrera, pero no se retiró, con las pezuñas delanteras hollaba el suelo, disponiéndose a atacar. Equinomagno coceó con fuerza, pero el jabalí eludió la patada, se revolvió furioso y con sus filosos colmillos trataba de herir las patas del unicornio, en tanto los potrillos corrieron al lado de sus madres, quienes estaban pendientes de los movimientos del jabalí.

A fin de ponerse a salvo, Lemet tomó la mano de Dondín y dijo: ¡escapuaff! Y los duendes salieron volando hasta la rama de un árbol, desde donde veían el singular combate.

Al darse cuenta Equinomagno que el jabalí no retrocedía, consideró que no podría seguir cuidando la vida de su oponente, pues arriesgaba también la integridad de su familia; visto esto, el unicornio esperó la embestida del jabalí y cuando lo tuvo a distancia, agachó la gran cabeza y su enorme cuerno alcanzó al jabalí en el pecho, levantándolo con facilidad y lanzándolo entre los matorrales.

La lucha terminó, el jabalí estaba muerto y los duendes se acercaron al cadáver. En uno de los cuartos traseros tenía clavada la punta de una flecha, eso fue lo que lo puso furioso; algún cazador inexperto lo hirió y no pudo rematarlo. Los duendes y unicornios rodearon con tristeza el cadáver del jabalí, ellos sabían que no se debía matar a los animales del bosque y cuando esto ocurría, se llenaban de tristeza.

El paseo había terminado, los unicornios, apesadumbrados, se retiraron a sus refugios, el bosque estaba silencioso. Lemet tomó la mano de su primo y muy a su pesar dijo: ¡Retornuaff! Y los duendes se encontraron nuevamente entre su familia, quienes divertidos, cantaban y bailaban alrededor de una gran hoguera.

Esta fue una aventura que no tuvo un buen final, pero ya habría otra oportunidad. Los primos se integraron al baile y todos danzaron hasta que la luna fue ocultada por una negra nube. La lluvia nocturna los metió a sus tiendas y el ruido de la cascada y el llover sobre las lonas, fueron como un arrullo hasta el día siguiente.



LEXICO

Asentar sus reales. Quedarse a vivir en un lugar.
Parvada Conjunto de aves
Mítico Relativo a la Mitología, referente a MITO: Narración fabulosa e imaginaria.
Tropel Movimiento acelerado y ruidosa de personas que se mueven en desorden
Manada Grupo de animales, domésticos o salvajes, de una misma especie
Allende De la parte de allá, mas allá de..
Basalto Roca volcánica de grano fino y color negro o gris.
Faunos y ninfas Divinidades mitológicas de los bosques y las selvas
Afrodita Diosa griega de la belleza y el amor.
Apolo Dios griego de la luz y la verdad.
Zeus y Heras Padres de todos los dioses griegos en la Mitología.
Cornúpeta Animal dotado de cuernos.
Hollaba Pisaba, dejaba huella.


SERGIO AMAYA S.
Enero de 2009
Ciudad Juárez, Chih.

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