miércoles, 24 de diciembre de 2008

Dondín se va a la escuela

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Como todos los niños, Dondín tuvo que asistir a la escuela, en un principio le causó mucho enojo, pues estaba acostumbrado a pasar el día jugando con sus amigos y hermanos, así es que cuando sus padres le dieron la noticia, el niño hizo una gran rabieta. Sus hermanos mayores le explicaron que era divertido el asistir a la escuela y que podría conocer a otros niños y aprender otros juegos; finalmente el niño estuvo de acuerdo y no del todo convencido, un buen día salió muy de mañana a enfrentarse a ese reto.

-El desayuno está listo, avisó su mamá, todo mundo arriba que hay que ir a la escuela.

La habitación de los hombres era muy larga, pues, además de albergar las camas de dieciocho niños y jóvenes, contaba con un espacio suficiente para dar cabida a dos grandes mesas de trabajo, donde todos llegaban a hacer sus tareas. Las camas eran de una hermosa manufactura de madera, tallada y torneada. Todos los muebles estaban pintados en un tenue color azul; las sobrecamas y sábanas, así como las cortinas de las ventanas, habían sido elaboradas por las mujeres de la familia y estaban decoradas con dibujos y colores de la naturaleza.

Al grito de su madre, los hermanos mayores empezaron a desperezarse y uno tras otro fue pasando al cuarto de baño, donde el rocío de la mañana escurría por los tallos de unas flores y los pétalos formaban verdaderas duchas para el aseo de los chicos. Después de asearse y cepillarse los dientes, fueron llegando a tomar su lugar en la mesa. En el respaldo de cada silla, estaba labrado el nombre del propietario del lugar, así pues, cuando Dondín llegó, por ser casi de los mas pequeños, era también de los últimos en sentarse. La mesa era una gran “U”, en la cabecera se sentaban los padres y los hermanos mayores y los brazos de la “U” eran ocupados uno por las mujeres y otro por los hombres.

Como es bien sabido, los duendes no pueden utilizar sus artes mágicas dentro de casa, excepto las madres, pues de otra forma no podrían atender a su numerosa prole, así es que la madre era ayudada por un docena de diligentes ardillas, las cuales, caminaban en dos patas y presurosas servían platos y platos de humeantes tortas calientes, en tanto otras iban sirviendo una espumosa bebida consistente en jugo extraído de diversas flores y plantas; otra cantidad de ellas se afanaban en preparar las viandas en la cocina, todas bajo la dirección de la madre. Una vez todo servido, la propia señora de la casa ocupó su lugar. Al tomar asiento la madre, todos agacharon sus cabezas y siguieron la oración de gracias que el padre iba recitando. Al concluir la plegaria, todo mundo se abalanzó sobre los apetitosos alimentos que se encontraban dispuestos en amplios platones: frutas de todo tipo, semillas y cereales, jugos de mil colores y las apetecibles tortas, bañadas con dulce miel recién recolectada.

-Bien, habló el padre con voz gruesa, Dondín XIV, XV, XVI, XVII y XVIII así como Lepina XIV y XV, hoy tendrán su primer día de clases, espero que se porten bien y que sus maestros no envíen reportes, será una etapa importante en sus vidas y deben aprovechar los conocimientos que les serán impartidos, pues les serán necesarios para su vida futura.

-Papi, dijo Lepina XV, nosotras no haremos travesuras, pues mi mami y mis hermanas nos han explicado muchas cosas de las que aprenderemos.

-Muy bien, chicas, repuso el padre, sé muy bien que las mujeres son estudiosas y atentas con sus maestros, así que espero muy buenos resultados. Mas bien me refiero a los varones, pues ellos son mas dados a los juegos y chanzas con sus amigos, que al estudio, pero estoy seguro de que también tendremos buenos resultados con ellos. Vamos pues, todo mundo a la escuela.

El padre se levantó y acto seguido todos los niños que asistían a la escuela le imitaron, dieron un beso a su madre y tomando cada uno su gorro y cuadernos, fueron saliendo a la calle, donde se cruzaron con sus vecinos y amigos y todos riendo y jugando se encaminaron a la escuela.

La casa fue quedando tranquila y en silencio, solo se escuchaba el ruido de trastos que se lavaban, en tanto que unas ardillas se dirigían al exterior, donde de inmediato recobraban su postura normal y se encaminaban a recolectar frutos y alimentos que transportaban a la casa; otro grupo iba a arreglar las recámaras, a barrer y trapear, en tanto la madre se daba a la tarea de ordenar la despensa, en busca de los ingredientes necesarios para la preparación de la comida y mandaba a otro grupo de ardillas a lavar y planchar la ropa.

El padre y los hermanos mayores si dirigen a los talleres, donde fabrican los muebles que la familia ocupa y elaboran los que les servirán para cambiarlos por otros bienes que la familia demanda.

Pero volvamos con los chicos, ellos van camino de la escuela y no es conveniente perderlos de vista. El grupo va llegando a la escuela, que se encuentra alojada entre las raíces de grandes olmos y aún en el propio tronco de los árboles, que han sido perforados para hacer los salones. Los maestros los reciben a las puertas del plantel y los van guiando a sus salones, cuando llegan los que asisten por primera vez, son llevados a un gran patio, donde los reparten en diferentes grupos, los cuales van encomendando a los maestros.

Dondín XVIII es separado de sus hermanos y ve angustiado como se los llevan diferentes maestros, así mismo, sus hermanas son repartidas con otros mentores y Dóndín XVIII queda finalmente solo, bueno, no tan solo, pues es parte de un grupo de veinte duendes de su misma edad, de veinte años cada uno, tan pequeños y tan aislados de sus familias se sienten, que mas de uno deja escapar unas lágrimas que trata de evitar sean vistas por sus compañeros.

Dondín es encomendado a un joven maestro de nombre Rodón, de vivos ojos verdes y sonrisa tranquilizante. Con enérgica voz, Rodón los va guiando por pasillos y patios, hasta que llegan a un gran roble, donde se alojan los niños de primer grado.

-Bueno, niños, este es nuestro salón de clases, cada uno ocupará el mismo banco durante todo el curso y responderán cuando yo los llame por su nombre, el mío es Rodón y me da mucho gusto conocerlos. En este curso iremos aprendiendo a conocer nuestro medio, es decir, las plantas, los árboles, los animales, los ríos y lagos que están mas cerca de nosotros y nuestras casas; formamos parte de esa naturaleza y estamos obligados a conocerla y cuidarla, pues de ella vivimos. Aprenderemos también a escribir, pues es otra manera de comunicarnos con nuestros semejantes; aprendimos a hablar escuchando a nuestros padres y hermanos, conociendo los nombres de los objetos que teníamos a nuestro alcance, pero cuando nos hallábamos con objetos desconocidos, teníamos que preguntar a nuestros mayores, cómo se llamaba tal cosa, ahora será lo mismo, solo que en vez de hablarlo, lo escribiremos en nuestros cuadernos.

Así pues, empecemos, abran su cuaderno en la primera hoja. En tanto el maestro va explicando lo que harán, empieza a dibujar algunos objetos en el pizarrón, ante los asombrados ojos de los niños, que empiezan a adivinar el nombre de los objetos dibujados.

Dondín miraba con atención lo que el maestro dibujaba en el pizarrón, eran objetos que él bien conocía, pero no imaginaba de qué le serviría escribirlo. Como su pupitre estaba cerca de una ventana, su mirada y atención se centraron en un pequeño escarabajo que caminaba despreocupado por el marco de la ventana, vale decir que el insecto era un poco menor que el duende, de forma que cuando sus ojos se encontraron, el escarabajo se dirigió a Dondín con estas palabras.

-¿Qué haces niño, sentado en ese banco, cuando se está tan bien aquí afuera?, ven, vamos al prado, yo te enseñaré mejores cosas que el aburrido de Rodón.

Dondín trataba de no hacer caso, pues bien recordaba las recomendaciones que su padre les había hecho aquella misma mañana. A señas trataba de hacer callar al escarabajo, quien divertido, trataba de distraer al niño. Finalmente desistió de su intento y siguió su camino, en busca de otro chico mas dispuesto en salir a jugar con él.

Mas tarde se posó en la ventana una hermosa mariposa, la que a su vez trataba de atraer a Dondín a divertirse. –Vamos, niño, ven conmigo, te llevaré volando a un lugar mágico, lleno de flores de mil colores y aromas.

Dondín trataba de no distraerse, de entender lo que el maestro Rodón les estaba enseñando. –Miren, niños, este dibujo que acabo de hacer, ¿me pueden decir que cosa es?.... Vamos a ver, Dondín, ¿qué me respondes?

El chiquillo se levantó tímidamente y respondió: -Es una calabaza.

-No, Dondín, no es una calabaza. ¿Alguno otro sabe qué cosa es lo que representa este dibujo?...... Mirando a uno y otro, el maestro se dirigió a un duende de cabellos rojos como el fuego. –Dime, Colorín, ¿identificas el objeto?

-No sé cómo se llama, Maestro, pero un día mi padre llevó uno a casa y lo cortó por la mitad, dentro está lleno de semillas y es duro como un palo.

-Muy bien Colorín, siéntate, efectivamente, este vegetal le conocen como “guaje”, los hay pequeños, como un limón, pero hay otros enormes, tan grandes como una casa de dos pisos, de hecho, hay algunas colonias que se han establecido utilizando estos vegetales como vivienda, como su superficie es muy dura e impermeable, resulta muy práctico.

En esos momentos sonó una campana y el maestro les anunció que era el receso de las clases, los niños podían salir al patio a descansar y a comer algún bocadillo que sus madres les hubiesen mandado. La tropa de chiquillos salió corriendo y haciendo una gran algarabía, Dondín buscó a sus hermanos y cuando se encontraron se contaron uno a otro lo que les había parecido ese primer período de la escuela. Luego abrieron sus porta viandas y dieron cuenta de unos panecillos rellenos de mermelada de rosas que su madre les había puesto para almorzar; al terminar, Dondín XIV y Dondín XVI se fueron a jugar con otros niños y Dondín XVIII caminó a la parte trasera de la escuela, para buscar a los animalitos que le estuvieron tratando de distraer durante la clase.

Encontró al escarabajo, que empujaba una bola de lodo de donde sobresalían algunas ramitas. -¿Qué estas haciendo, amigo?, recuerda que me invitaste a jugar, bien ahora tengo tiempo para hacerlo.

El escarabajo, volvió la cabeza para ver quien le hablaba y reconoció al duende. –Hola, ya te recuerdo, pensé que no te gustaría jugar conmigo, pero ya veo que me equivoqué.

Claro que te equivocaste, respondió Dondín, lo que pasa es que durante la clase no puedo distraerme, pues si me sorprenden platicando contigo, me regañan. Pero dime, continuó el niño, ¿puedo ayudarte a llevar esa pelota de lodo?

Gracias, respondió el escarabajo, pero tengo que hacerlos yo, pues al rodarla va recogiendo semillas y hojas que llevo a mi nido, las almacenamos en la despensa y cuando no podemos salir, porque esté lloviendo, vamos abriendo las bolas de lodo y tomando los alimentos que requerimos, con las hojas hacemos los nidos para nuestras crías.

Unas aves volaban sobre ellos y el escarabajo se escondía bajo las hojas y entre los tallos de las plantas, pues bien sabía que podría ser un buen bocado para esos pájaros glotones. Dondín caminaba junto al escarabajo, entre las altas hierbas, un tanto ausente del peligro que corría su amigo. Al fin llegaron a la entrada del nido y el escarabajo se despidió de Dondín, quedando de verse otro día para mostrarle algunas otras cosas.

Nuevamente sonó la campana y Dondín corrió a su salón de clases, pues ahora ya no se le hacían tan pesadas y aburridas las horas que tenía que pasar en él. El maestro Rodón volvió a sus ilustraciones hechas sobre el pizarrón y ahora, debajo del dibujo del guaje escribió unas letras que para nosotros no tenían ningún sentido; al hacerle notar esto, el maestro sonrió y con paciencia nos fue explicando las letras y sus sonidos: La primera letra es la G y es una consonante que tiene dos formas de pronunciarse, una suave y otra fuerte, en este caso el sonido es suave y se va a ligar con la segunda letra, la U, de manera que se pronuncia GU, después viene la letra A, que se unirá a la fiesta de las otras dos, de forma que se escucha GUA, luego viene la J, que es un sonido fuerte y que en alguna palabra se podrá confundir con el sonido fuerte de la G, pero en la palabra que estudiamos se unirá, junto con las otras tres, a la letra final, la E, que al unir todas sonará así: GUAJE, como ven, esto que para ustedes era un misterio, es tan sencillo como el hablar, pues ya conocemos el nombre del objeto, lo podíamos pronunciar, pero ahora hemos aprendido a escribirlo….G-U-A-J-E.

Los niños escribían las letras, con sus rasgos torcidos y desiguales, pero copiando las letras que el maestro había dibujado y pronunciaban entusiasmados la palabra aprendida. De esta manera, pasó el primer día de clases de Dondín y cuando volvió a casa y toda la tarde estuvo alardeando con sus padres que ya sabía escribir la palabra “guaje”, cosa que puso muy contentos a sus padres.

Esa noche Dondín se fue a dormir lleno de ilusiones por sus nuevos conocimientos y en sus sueños escribió muchas planas de palabras nuevas, pero como no había objetos con los cuales las relacionara, no supo en realidad lo que había soñado, lo que lo animó a poner mas empeño en aprender en las clases del Maestro Rodón, quien se convirtió para él en un modelo a seguir, pues se dio cuenta de que era un duende lleno de conocimientos y sabiduría.



LEXICO
Albergar Dar albergue u hospedaje. Encerrar, contener. Tener determinada idea o sentimiento ante algo.
Prole Hijos o descendencia.
Afanaban Esforzarse, empeñarse, esmerarse, trabajar, bregar, luchar, dedicarse, consagrarse.
Chanzas Dicho gracioso y ocurrente. Burla, broma.
Alardeando Hacer ostentación de alguna cosa o presumir públicamente de algo.

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