miércoles, 19 de noviembre de 2008

Dondín y el genio del bosque

Safe Creative #1101308371973 Uno de tantos días. Dondín salió de su casa muy temprano, su madre le había encomendado buscar setas para la cena y Dondín conocía un sitio en el bosque donde había una gran cantidad de estos hongos. Dondín caminaba contento, seguido por su fiel topo “Kukú”, que le serviría para transportar las setas. La noche anterior había llovido y cuando esto ocurre en la montaña, es frecuente encontrar bajadas de agua en sitios donde regularmente está seco, así sucedió y al girar en un recodo del camino, una corriente de agua les impedía el paso. A fin de no correr riesgos, el duende y su animalito caminaron cuesta abajo, en busca de algún remanso donde poder cruzar la corriente. Dondín estaba en lo cierto, mas abajo existía una pequeña planicie, donde el agua se remansaba, el duende se montó sobre Kukú y confiadamente cruzaron el pequeño remanso; una vez al otro lado, siguió montado en su topo y volvieron a subir, a fin de retomar su camino.

La mañana era fresca y soleada, las plantas se mostraban lozanas y coloridas, pues la lluvia de la noche les había lavado el polvo acumulado durante varios días. Las aves canoras llenaban el ambiente de dulces cantos y los animales correteaban gustosos en busca de sus alimentos. Un venado macho de gran cornamenta estaba parado, muy altivo, en lo alto de unas peñas, mirando el horizonte, cuidando a su rebaño que pacía en los alrededores.

Un halcón volaba en las alturas, volando majestuoso en busca del alimento de la mañana; de pronto se paraba en lo alto de un árbol, mirando, observando los movimientos del bosque, de pronto se lanzó en picada y rápido cual relámpago atrapó con sus garras a un descuidado conejo, remontando el vuelo hacia su nido, donde tal vez lo esperaran sus polluelos para alimentarse. Esa es la vida del bosque, unos mueren para que otros vivan, pero todos se desarrollan, se multiplican y viven pendientes de sus propias existencias. Dondín pensaba en todas estas cosas en tanto avanzaba. Distraído en sus pensamientos, al doblar un recodo del camino se topó con ser extraño que volaba sentado en una gran hoja.

Cuando ambos se vieron, se quedaron estáticos, uno suspendido en el aire, el otro a mitad del sendero, montado en un topo. El primero en reaccionar fue el extraño personaje, quien riendo de buena gana, habló a nuestro amiguito:

Hola, amiguito, perdona que te haya sorprendido, no era mi intención asustarte. Soy el genio del bosque y rara vez me encuentro con alguien, conozco bien a los duendes que habitan en mis dominios, pero nunca te había encontrado a ti, ¿Cuál es tu nombre?

Dondín, de manera educada se quitó el gorro y respondió: Buenos días, señor genio, mi nombre es Dondín XVIII y soy hijo de Quintón y Lepina, vivimos bajo el gran roble, cerca del arroyo.

Sí, sí, conozco a tu familia y en alguna ocasión, hace de eso mucho tiempo, me encontré a tu padre, el era entonces un duende muy joven y formal y me doy cuenta de que te han educado muy bien.

El genio era un ser gordo, un poco mas alto que Dondín, vestía unos pantalones holgados de color azul, camisa dorada e iba tocado con una especie de turbante rojo, calzaba sandalias de punta color negro y un gran bigote le alegraba el rostro con sus puntas levantadas y siempre mostraba una gran sonrisa.

Y usted, señor genio, ¿cómo se llama?, preguntó Dondín con cortesía.

Mi nombre es Mustafá y soy originario de Arabia, donde tenemos unos desiertos muy grandes y el calor también es abrasador. Mi familia es muy grande y nos encontramos repartidas por toda la tierra, a mi me mandaron a estas montañas, donde el clima es mas templado, porque no soporto el frío. No obstante siempre he añorado volver a mis amados desiertos arenosos.

Pero, ¿qué haces aquí?, volvió a preguntar Dondín.

Como ya te he dicho, respondió el genio, yo vivo aquí desde hace tanto tiempo, que estos enormes bosques estaban poblados por pequeños matorrales, rodeados de ciénegas y pantanos. Mi trabajo principal es cuidar el bosque, mantengo alejados a los hombres para que no lo destruyan, les permito cazar, pero siempre pendiente de que no amenacen la existencia de las especies. Cuando hay algún incendio, me ocupo de sofocarlo mediante mis poderes, ya sea provocando lluvia, cuando es posible o cuidar a los hombre que vienen a combatir las llamas.

Pero, señor Mustafá, yo tengo entendido que los genios también cumplen deseos, ¿no es así?

Bueno Dondín, hay alguno de mis hermanos que sí hace esas cosas, por cierto, es tan excéntrico que vive dentro de una lámpara de aceite, pero, aunque todos lo podemos hacer, en realidad estamos para otros menesteres, como te he explicado.

Ay… qué lástima, yo pensaba que todos lo hacían, pues debe ser muy emocionante poder cumplir los deseos de algún afortunado. Nosotros los duendes, también poseemos ciertos poderes, pero solamente los utilizamos para nuestra propia existencia, nosotros fuimos enviados para ayudar a los hombres, entre estas ayudas está la de propiciarles el hallazgo de algún tesoro o bienes que le resuelvan algún problema, pero tampoco se los podemos dar a todos, pues es mas bien como un premio. Como usted debe saber, nosotros poseemos grandes riquezas, pero no las empleamos para nuestro beneficio, pues para nosotros tienen tanto valor como cualquier piedra, pero para los humanos sí representan un gran valor.

Por una razón semejante, respondió el genio, nosotros no otorgamos deseos, pues el hombre está lleno de envidias y egoísmos, grandes deseos de poder y si nos viéramos obligados a cumplir caprichos, no tienes ideas del mal que haríamos a muchos hombres.

Señor Mustafá, volvió a preguntar el duende, ¿dónde vive usted?, porque creo que he recorrido casi todo el bosque y nunca he visto ningún palacio o casa importante.

Tienes razón, Dondín, nunca has visto mi casa porque no está en la superficie, al igual que ustedes los duendes, mi casa está en una gran gruta, bajo tierra, lejos de la vista de los hombres, pues no nos sería posible vivir de otra manera. Vivo en una gran gruta que se formó bajo un viejo árbol, ¿quisieras conocerla?, preguntó amable el genio.

Sí me gustaría, respondió el Duende, pero mi madre me encargó buscar setas para la cena y si no las llevo me reñirá.

Comprendo, comprendo, respondió Mustafá, pero eso no será problema, pues yo poseo todo el bosque y a una palabra mía, tendrás todas las setas que desees.

Muy bien, Sr. Mustafá, ante tal promesa, vamos pues, me muero de ganas de conocer tu casa.

El genio hizo un gesto y moviendo la mano, hizo que Dondín se elevara hasta quedar montado sobre su hoja voladora, sentándose el duende a un lado del genio.

La hoja se elevó suavemente y empezó a desplazarse entre la vegetación del bosque. Mirando hacia tierra, Dondín descubrió una familia de codornices, la prole corría en fila india tras la madre, que se afanaba en encontrar gusanos para alimentar a sus polluelos.

Entre las ramas de un pino, un gato montés dormitaba, digiriendo la cena de la noche anterior. Los conejos y las liebres correteaban entre los arbustos, mordisqueando los tiernos pastos, aún mojados por el rocío de la mañana. Una pequeña familia de venados cola blanca ramoneaba tranquila; el macho movía las orejas, identificando los sonidos, siempre alerta para proteger a su grupo.

Las flores volteaban sus corolas hacia donde el sol iba avanzando, en busca de sus benéficos rayos. Un par de zorrillos perseguían a un asustado ratón, que ágilmente se escabulló entre los zarzales, ante la frustración de las mofetas. En fin, el bosque vibraba de vida y Dondín lo disfrutaba mediante una nueva perspectiva.

Habiendo llegado a lo mas profundo del bosque, el genio hizo descender su hoja voladora, desplazándose casi a ras del suelo; se adentraron en una caverna, cuya boca se encontraba casi oculta, entre las raíces de un gran árbol. Enjambres de luciérnagas les alumbraban el camino, luego de varios minutos de viaje, los amigos llegaron al final, la hoja se posó con suavidad sobre un brillante piso como de cristal; era la entrada de la caverna.

La estancia en que se encontraban era toda de color granate, como un gran cristal hueco. Al centro una gran mesa de esmeralda y una enorme cama de diamante azulino, acojinada con pieles muy suaves; un candil de piedras multicolores contenía muchas velas, confiriendo a la habitación una luz como de arco iris.

Esta es mi casa, Dondín, habló el genio, haciendo con sus manos un ademán que mostraba todo.

¡Wow!..... Exclamó Dondín asombrado, es realmente maravillosa; además de ser muy rico, debes ser muy feliz viviendo aquí, en medio de tanta belleza.

Entonces el genio estalló en llanto… ¡Bu…,bu,…bu….!, lloraba desconsolado, ante el estupor de Dondín.

Perdona, dijo Dondín apenado, si dije algo que te molestara.

¡ay….ay….ay!, ¡bu….bu….bu…!, lloró con mas intensidad el genio, entre gimoteos le respondió a Dondín:, no lloro porque me hayas hecho algo, lloro porque soy muy infeliz.

Pero cómo vas a ser infeliz, repuso el duende extrañado, teniendo tanto poder y viviendo en una casa muy bonita.

No, Dondín, respondió el genio entre sollozos y gimoteos, lloro porque no soy feliz, pues ¿Quién puede ser feliz viviendo solo?. No tengo amigos. Mi familia vive muy lejos y en distintos lugares, nadie me hace compañía.

Pero si tú puedes conceder cualquier deseo, ¿por qué no te concedes una compañera? En cuanto a amigos, mi familia y yo nos sentiremos felices de ser tus amigos.

Gracias, Dondín, por ofrecerme tu amistad y siempre estarás correspondido, pero, por otra parte, no se trata de que me “haga” unos amigos o una compañera, no, lo que deseo es conocer gente, que nos podamos relacionar y de donde pueda surgir una buena amistad. Pero en realidad no estoy completamente solo, aunque me da pena confesarlo: Junto conmigo habita un primo de nombre Mahaud, este primo me ocasiona muchos problemas, pues se dedica a hacer malas acciones con quienes se encuentra en el bosque. Tan malo es, que en una ocasión se topó con un hombre que venía montado en un asno, en busca de hongos para llevar a vender al mercado; en aquella ocasión, Mahaud se le presentó en la forma de un oso, de improviso le saltó de arriba de unas rocas, el asno se asustó y tiró al pobre hombre y al tratar de huir el animal, cayó a un barranco y se mató. El campesino se desmayó con el golpe y al recobrar el conocimiento se dio cuenta de su enorme pérdida, regresó desconsolado a su casa. El hombre es muy pobre y vive en una cabaña, cerca de la cascada llamada “la cola del zorro”.

Si, creo que conozco a esta familia, repuso Dondín, ya me ocuparé de ver cómo están.

Bueno, basta de charla, dijo Mustafá, quien hizo un ademán y de inmediato apareció sobre la mesa un regio banquete: Un jugoso cerdo estaba en una charola, rodeado de papas asadas y doradas en el jugo del cerdo, junto con zanahorias y chícharos. Había pasteles y postres de diversos tipos y vinos, néctares y jugos de frutas exóticas. Graciosas sirvientas iban diligentes de un lado a otro, llevando fuentes con alimentos, platos, copas y cubiertos, etc.

Dondín, asombrado, no cabía en sí de emoción, pues nunca había estado en tal festín. Aún cuando el cerdo era un lechón, para nuestros amigos era de tamaño descomunal.

| Pero, Mustafá, ¿es que esperas mas invitados?, hay comida como para alimentar a toda mi familia.

Mustafá sonrió antes las ocurrencias del duende. Sólo somos nosotros, Dondín, lo que pasa es que si pusiera lo que me voy a comer, no ocuparía ni sirvientes y me sentiría mas solo aún.

Pues entonces no comprendo, ¿por qué no eres feliz? Puedes tener la compañía que desees.

No es lo mismo Dondín, las personas que la magia crea, son producto de mi imaginación y yo necesito personas que me acompañen y me aprecien por mis sentimientos. Ahora que conoces mi casa, Dondín, yo espero que seamos amigos y vengas a visitarme.

Desde luego, Mustafá, que vendré a visitarte, yo también deseo tener un amigo, pues aunque quiero mucho a mis hermanos, no es lo mismo que convivir con un amigo. Es mas, te invito a que vayas a visitarnos, a mis padres y hermanos les dará mucho gusto conocerte.

De acuerdo, Dondín, ya lo planearemos, repuso el genio de mejor talante, pero ahora vamos a comer, que ya siento que tengo un agujero en el estómago, ja…ja….ja…ja..

Así te ves mejor, querido amigo, contestó Dondín, vamos a comer, pues ya me muero de ganas de hincarle el diente a ese cerdito, en tanto tomaba una de las jugosas patatas que adornaban la fuente.

Un grupo de sirvientas de inmediato se dieron a la tarea de acercarles palanganas con agua fresca para que se lavaran las manos y refrescaran sus rostros. Luego, ambos amigos se sentaron sobre mullidos cojines multicolores y de inmediato se lanzaron a comer las deliciosas viandas que habían colocado en la mesa. Las sirvientas, sonriendo picarescas, les llevaban fuentes de vegetales crujientes y deliciosos frutos. Otro grupo de chicas, también ataviadas con vaporosos vestidos de gasa de graciosos colores, les servían frescas bebidas de jugos de frutas y cerveza fabricada bajo fórmulas secretas, propiedad de los genios.

Los músicos tañían sus liras y pequeños faunos acompañaban la música con sus flautas y zampoñas, en tanto otros acompañaban con tamboriles y campanas. Las bailarinas giraban y danzaban al ritmo de la música y todo era un torbellino de telas multicolores y cristalinas risas de las bellas bailarinas.

Estaban casi para terminar, cuando hizo su aparición el primo Mahaud, volando sobre una hoja de pergamino. Suavemente se posó cerca de Dondín y quitándose el gorro hizo una gran reverencia al duende visitante.

Bien venido seas, noble duende, dijo burlón, ¿o es acaso que te has perdido y viniste a parar a nuestra casa?

Nada de eso, Mahaud, soy amigo de Mustafá y fue él quien me invitó a conocer su casa y a comer, por cierto, que ya sé quien eres y las travesuras que has hecho a los habitantes de la montaña. Debo decirte, Mahaud, que mi familia y yo somos los encargados de proteger a estas buenas personas que habitan en el bosque y no podemos permitir que les causes molestias, pues ya bastantes tienen tratando de sobrevivir. El día que ellos decidieran que era mejor vivir en las ciudades, nosotros, los duendes, nos quedaríamos prácticamente sin trabajo, así es que te voy a pedir que no los molestes mas.

¡Vaya con el pequeño insolente!, respondió Mahaud molesto, ahora vendrás a decirme como puedo divertirme….

¡Basta ya!, intervino Mustafá, bien sabes que Dondín tiene razón y será mejor que cambies de conducta o tendré que enviarte a casa de inmediato y recuerda que tengo pleno poder para hacerlo.

Bueno…bueno, no es para que nos molestemos, yo solamente estaba jugando, pero como ya no lo podré hacer con los campesinos, pues venga la diversión con las sirvientas. Y haciendo un ademán con la mano, puso a varias de ellas a dar vueltas en los aires, entre los gritos de las chiquillas y la risa del genio travieso. Cuando se cansó de jugar, solamente hizo un pequeño gesto y las sirvientas desaparecieron. El geniecillo se sentó en unos cojines y se sirvió una generosa porción del cerdo horneado.

A poco el entusiasmo fue decayendo y Dondín se levantó, agradeciendo a Mustafá su generosidad, prometiendo volver a visitarlo. En ese momento recordó cual era el encargo que le había hecho su madre y adivinando la preocupación, el genio le llenó los canastos de las setas mas grandes y maduras que hubiese visto.

Una caravana de sirvientes llevó los canastos hasta la entrada de la gruta y a un ademán del genio, Dondín se encontró junto a su fiel topo, cargándolo con los canastos de setas y volviendo muy alegre a su casa. Otro día les contaría a sus padres su aventura de ese día, por lo pronto se fue a lavar y cambiar para estar listo para la cena familiar.




LEXICO


Canoras Aves que se comunican con trinos para comunicarse, que parecen “cantar”.
Altivo Orgulloso, soberbio.
Abrasador Que abrasa o quema. Envuelto en calor.
Menesteres Necesidad de algo. Ocupación, empleo.
Estupor Asombro, estupefacción.
Gimoteos Gemido, suspiro o llanto débil.
Faunos Semidios mitológico romano de las selvas y campos, equivalente al sátiro.
Insolente Descarado, irrespetuoso.

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