viernes, 25 de febrero de 2011

Dondín y su mundo (V)

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Hola, mi nombre es Dondín XVIII y soy lo que llaman un duende, nací en las montañas serranas del Estado de Guerrero; es un valle muy hermoso, cubierto de altos pinos, de altos y jugosos pastizales y cruzado por frescos arroyos que bajan de las montañas.

Soy uno de los hijos mas jóvenes de unos padres maravillosos: Quintón VIII y Lepina XII. Somos veinte hermanos y quince hermanas; yo tengo 120 años y como dije, soy de los hijos menores. Como somos familias muy numerosas, para evitarse confusiones con un número muy grande de nombres para cada hijo, desde hace siglos se optó por la costumbre de poner a los hijos un mismo nombre, seguido del número que corresponda, según su nacimiento; lo mismo ocurre con las niñas.

Nuestros antepasados vinieron de lo que se conoce como Europa, creo que del sur de Suiza y del Norte de Italia y llegaron a tierras de América a bordo de alguno de los grandes barcos cargados de mercancías que con regularidad arribaban a las costas de lo que hoy es el Estado de Guerrero, recuerdo que le llamaban la Nao de China, aunque mas bien venía de Filipinas, todo esto lo aprendí en la escuela y por lo que me han contado mis padres, que a su vez lo escucharon de mis abuelos. Posteriormente recorrimos por tierra, a bordo de carretas, estas tierras tan fértiles y hermosas, las carretas formaban parte de grandes caravanas de mercaderes que recorrían el país, llegando mucho mas lejos de donde nosotros nos quedamos; algunos parientes se quedaron en las costas y por allá han formado grandes colonias. Mi familia prefirió buscar fortuna en las tierras del interior, hasta que llegaron a este hermoso valle en que vivimos.
Nuestra casa se encuentra localizada en una gran colonia que se extiende por muchos kilómetros de túneles excavados por topos y fue construida entre las fuertes raíces de un gran pino. Nuestra casa no es muy grande, pues tenemos una familia pequeña, pues hay familias compuestas por cientos de habitantes, por lo que tienen que construir casas de múltiples pisos, para ir dando acomodo a los hijos, según vayan llegando. Mis padres son segunda generación de los primeros colonos. Somos muy pequeños, comparados con los seres humanos, pues apenas levantamos diez centímetros del suelo, claro que hay unos mas pequeños y unos pocos mas altos. En realidad no nos preocupa nuestra estatura. No se crea que llevamos una vida ociosa, para nada, pues tenemos la obligación de adoptar a un humano y ayudarle en todo lo que sea posible, la única condición para que nos vea, es que crea en nosotros; por tal motivo, solo nos pueden ver mientras son niños, pero los seguimos ayudando durante toda su vida. Por esta misma razón yo he tenido unos doce hombres y mujeres a quienes cuidar.


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